Por: Francisco González del Valle
En: La Habana en 1841
Desde el año de 1839 y por Real Orden de 28 de febrero se dispuso el remate de bienes correspondientes a los conventos de Belén, de la Merced y Santo Domingo de Guanabacoa, pero todo quedó sin ejecutarse hasta que ocupó la regencia Baldomero Espartero, duque de la Victoria y de Morella, el 10 de mayo de 1841, y se suspendió la llamada Ley de Culto y Clero y se declararon bienes nacionales los del clero secular.
Háse dicho ya que para ejecutar en Cuba la supresión de conventos y enajenación de sus bienes había sido sustituido el Conde de Villanueva, intendente general de Hacienda, por Antonio Larrúa en noviembre de 1841. Resulta insólito tratándose de la católica España que ella, la que fomenta el culto, lo mismo que el clero, a los cuales sostiene, sea la que en determinadas circunstancias criticas para el Tesoro de la Nación ordene la incautación o venta de los bienes de las órdenes religiosas para con su producto salir de sus apuros económicos. Tal parece que toda esa ayuda y protección a favor de la Iglesia y de sus órdenes religiosas, hasta dejarlas enriquecerse extraordinariamente por las llamadas limosnas —que en aquellos tiempos estaban representadas por censos y capellanías de todas las casas de las ciudades, de las principales fincas, potreros o haciendas rurales, hasta el punto de que en esta Isla hace un siglo no había casa o tierra que no estuviera gravada a favor del culto—, tenía por fin el de apoderarse de sus bienes cuando lo necesitase el Gobierno, que después de todo podía considerarse condueño de todas esas propiedades, puesto que tenía y mantenía una religión, la católica.
El intendente Larrúa, amigo de Espartero y del capitán general de la Isla Jerónimo Valdés, traía instrucciones de obtener 14.000,000 de pesos. No se tocaron los monasterios o conventos de monjas ni sus bienes. De los 19 conventos de frailes que existían en la Isla, como alguno de ellos apenas tenía fraile que lo habitara, se suprimen 11 en esta forma: los 4 de dominicos que había en La Habana, Guanabacoa, Bayamo y Sancti Spíritus quedan reunidos en uno solo, en el de La Habana; los 7 de franciscanos de La Habana, Guanabacoa, Bayamo, Trinidad, Santiago de Cuba, Sancti Spíritus y Villa Clara, serán reducidos a dos, uno en Guanabacoa y otro en Trinidad; el de San Agustín de La Habana queda como está; los 2 de Mercedarios, de La Habana y Puerto Príncipe se reúnen en este último lugar; el de capuchinos de La Habana pasa a Guanabacoa; los 2 de belemitas de La Habana y Santiago de Cuba se reúnen en este último lugar, y los 2 de San Juan de Dios, de La Habana y Puerto Príncipe, se reúnen en el convento de su orden en esta Capital.
El número total de religiosos que tienen los 19 conventos citados es de 202, más 28 criados entre blancos y negros; de aquéllos, 61 eran padres jubilados; sacerdotes de más de 25 años, 54, y no llegaban a los 25 años de edad, 27; legos y donados, 49. Guardianes y prelados, 20: dominicos 4, franciscanos 8, agustinos 1, mercedarios 3, capuchinos 1, belemitas 2 y juaninos 1.
El Gobierno fija una dotación anual de 10,100 pesos, para el culto de la Iglesia, que sumados a la asignación mensual para el sostenimiento de cada religioso dan un total de 66,200 pesos al año. Esta cantidad era entregada por dozavas partes y por adelantado.
No aparece en el folleto que se publica oficialmente por la Intendencia de Real Hacienda el valor que tenían los conventos que quedaron desalojados y en poder del Gobierno, el cual los ocupa para oficinas u otras necesidades del mismo, ni tampoco la ascendencia de los bienes y censos de los suprimidos y, en cuanto a los vasos sagrados, ornamentos y demás efectos dedicados al culto y servicio de la iglesia, se mandan a inventariar para ser distribuidos entre los conventos que quedan en servicio si los necesitasen, y si no, entre las demás iglesias pobres de acuerdo con el Diocesano.
A los cuatro conventos que quedan suprimidos en esta Capital (San Francisco, la Merced, Belén y los Capuchinos), hay que calcularles, aun en aquella época, de 2 millones y medio a 3 millones de pesos de valor. El convento de San Francisco, el de más importancia por su arquitectura y capacidad, guarda gratos recuerdos para los habaneros. En él hizo sus estudios Luz y Caballero, donde piensa quedarse como fraile franciscano, y vuelve a él en 1838 para dar cursos de Filosofía incorporados a la Universidad, que terminan en el año de 1840. En la parte baja de los claustros daba sus clases, y las conclusiones, a las que asistía un público numerosísimo, se efectuaban en la capilla. La clase de contabilidad mercantil, a cargo de Jacobo Cristiano Kruger, sostenida por la Sociedad Patriótica y la Junta de Fomento, aparecía instalada en el convento desde tiempo atrás, y se profesó durante el año de 1841. Desde el año 1838, previa solicitud, y la autorización que le es concedida, el presbítero Juan Luis Cambiase empieza a dar clase gratuita de francés a los alumnos de la citada Escuela de Contabilidad Mercantil. El presbítero mencionado era Vicario cesante de la Metropolitana de París y antiguo cura de la iglesia y abadía de Pontigny, y vivía a la sazón como refugiado en el convento de San Francisco.
Entre los bienes rematados a algunos de los conventos antes citados, y para apreciar la cuantía de los mismos, se citarán los de Belén. Aparece un corral en Baracoa por cuatro leguas planas de tierra, a 6 leguas sotavento de este puerto, 112 caballerías dadas a censos que producen 6,861 pesos 1 real, y el todo tiene una imposición de 13,732 pesos 3 reales; dos ingenios de fabricar azúcar titulados Baracoa y San ]uan, situados en lo sobrante de las tierras de dicho corral, con 240 negros de que se compone la dotación de los dos. Estos bienes y lo que ellos producían tienen en esa época una verdadera función social, pues no hay que olvidar que los belemitas —que no son los jesuitas— mantenían una escuela gratuita de cerca de 200 niños, sin distinción de clase ni de color, y un hospital de convalecientes, además de las atenciones de la iglesia destinada al culto.
En D. H., 20 y 25 de abril, p. 3, se anunciaba el remate de los bienes de los conventos de Belén, San Juan de Letrán, la Merced, San Agustín de La Habana. La subasta era de 19, 9, 26 y 7 casas respectivamente, situadas todas en la ciudad.