Por el promotor de lectura Adrián Guerra Pensado
Andar La Habana, como lo hacía diariamente el propio Leal, y encontrar su imagen con mensajes de amor para ella en importantes cruces de calles, reaviva en los habaneros el cariñoso recuerdo de su incansable ir y venir cuidándola, trabajando y respirando por ella como Quijote enamorado.
Extrañamos su brillante oratoria, su voz y sus gestos que han de acompañarnos por siempre y al colgar sábanas blancas en los balcones.