Por el promotor de lectura Adrián Guerra Pensado
Desde pequeños aprendimos a admirar el amor tan sublime de Carlos Manuel de Céspedes por Cuba, tan inquebrantable que no aceptó deponer las armas a cambio de la vida de su hijo Oscar, de 22 años, fusilado el 29 de mayo de 1870 por las tropas españolas.
Siempre nos estremece el recuerdo de la frase del Primer Presidente de la República en Armas: “Oscar no es mi único hijo, lo son todos aquellos que mueran por nuestras libertades patrias”.
En su Diario perdido, como lo titulara Eusebio Leal, yacen estas palabras escritas en la soledad de San Lorenzo: “Me he levantado triste, pensando que nunca más volveré a ver a las personas que amo y que mis hijitos ni siquiera habrán conocido mis cabellos y mi barba…”.