Por Adrián Guerra Pensado
José Solange Galindo Pérez nació el 29 de abril de 1941 en Santo Domingo, Villa Clara, y radica en La Habana Vieja. Tiene solo dos títulos publicados por la Editorial Gente Nueva: En el campo sí pasan cosas y ¡Ay!, Escambray querido. Posee además dos títulos aún inéditos: Vacas en altamar y Las nueve horas más largas. Ha colaborado con trabajos para la revista villaclareña Signos.
Hoy tenemos el placer de recomendarles su novela En el campo sí pasan cosas. Esta obra deliciosa y divertida ganó el Premio La Edad de Oro en 2003.
El autor de estas líneas les asegura que lo ha leído en dos ocasiones y que en ambas lo ha disfrutado tanto que lo ha hecho de un tirón, y es que José Galindo tiene el conocimiento de la realidad de la vida en el seno de una familia campesina, y de nuestros campos, donde en efecto sí pasan cosas, y muchísimas, graves unas, cómicas las más, porque el carácter del hombre de campo puede pasar de la bravura a la risa incontenible.
Galindo nos muestra todo lo hermoso de la naturaleza que es el marco donde mayormente están las aventuras que quienes siempre hemos vivido en la ciudad nos perdemos de vivir y apreciar en su justo valor. Aprendemos lo que vale y se respeta la palabra de un hombre honrado, aprendemos de la solidaridad entre las familias campesinas, el papel fundamental de los animales en casi todas las labores del campo y el carácter y variedad de los personajes que habitan esos parajes, su sencillez, sus alegrías sencillas, sus costumbres, su manera de expresarse y el coraje que despliegan para enfrentar las adversidades siempre que una mano amiga no falta.
El humor de los campos de Cuba pasa por todas las páginas con las ocurrencias de un niño tan despierto y ocurrente y tan amigo de sus perros Mocho, pequeño y cariñoso, fiel y responsable y el formidable Tingo, capaz de cualquier hazaña si su joven dueño lo necesita.
Aprendemos del entrenamiento correcto de un perro campesino, de los alimentos y medicinas silvestres, de los peligros que acechan cuando aparecen ladrones de ganado, o gente de mal corazón y hay que presentarles el pecho y las palabras limpias, todo a la vez. Aprendemos cómo era la relación distante de los campesinos con la Guardia Rural, nada confiable y dada más a tropellar que a otra cosa, pero con excepciones valederas y dignas de respetar.
La primera página nos lleva a la siguiente y pondrá ante nuestros ojos la revelación de un mundo tan rico en emociones, que quedan unas ganas de seguir y seguir leyendo cuando la última página cerramos. También puede que no te aguantes las ganas de buscarte un perro y adiestrarlo para que sea tu amigo más cercano y, tal vez… hasta le llames Tingo.