El día que un hombre de idioma extraño al nuestro escribió la famosa frase: “Proletarios de todos los países, uníos”, quedó sentada de una manera definitiva e inquebrantable la piedra angular de las reivindicaciones proletarias.
Por encima de las fronteras, por sobre todos los mares, por encima de todos los intereses nacionales, los trabajadores de todos los países deben unirse, agruparse en bloques indestructibles que puedan desafiar con éxito los más rudos ataques de sus enemigos seculares. La falange obrera de todo el mundo, constituye la inmensa mayoría de la humanidad y es absolutamente ridículo que esté prácticamente sojuzgada y esclavizada por una ínfima minoría de privilegiados que detentan arbitrariamente la posesión de los instrumentos de producción, base fundamental de la sociedad capitalista.
Y si esta verdad no se atreven a negarla los más recalcitrantes enemigos de la clase trabajadora, no necesitamos encarecer la imprescindible obligación en que los trabajadores se encuentran de unirse en un bloque nacional que haga imposible el surgimiento de problemas como el que ahora han provocado las empresas azucareras y las compañías de ferrocarril.
Para llegar a la unión internacional del proletariado es necesario que previamente se haya conseguido la unión de todos los obreros de un solo país. La victoria obrera depende exclusivamente de esto.
Los trabajadores tienen la más importante de las razones en su favor de esto que estamos diciendo en la actitud que adoptan siempre las clases capitalistas cuando les llega la ocasión de defenderse de cualquier ataque obrero. Y los obreros cubanos no tienen que ir a buscar muy lejos la comprobación de esto que estamos diciendo. De las actuales huelgas de los ingenios, como de cualquier movimiento obrero por insignificante que sea, pueden extraer los trabajadores un caudal de experiencias que debían utilizar en las próximas luchas.
Tan pronto como las huelgas de los ingenios han adquirido una fortaleza y una consistencia que los dueños de ingenios no hubieran sospechado nunca, las empresas de los ingenios han buscado el apoyo de la dirección del ferrocarril que, naturalmente, se han apresurado a conceder.
Y así, cuando los obreros del Ferrocarril Norte de Cuba, se aprestaban a declararse en huelga para ayudar a los obreros de los ingenios, la dirección de los ferrocarriles se ha anticipado)’ ha ordenado la paralización del tráfico ferroviario. Es decir, que olvidando interesadamente que uno de los motivos esenciales que las compañías azucareras aducían para no conceder las mejoras solicitadas por los obreros, era el de que no querían tratar con elementos ajenos a los trabajadores de los ingenios En cuanto la fuerza de los obreros les ha preocupado se han apresurado a tomar una medida que estiman injusta si los obreros la realizan.
En resumen, los obreros deben tomar nota de la actitud de los dueños de ingenio y de las empresas ferrocarrileras y seguir su mismo ejemplo, agrupándose, no sólo los obreros ferroviarios que han dado ya valientes pruebas de su solidaridad a los huelguistas, sino toda la clase trabajadora en general, todos, absolutamente todos los obreros de la isla.
Es un problema este de tal gravedad, que le interesa a tal punto a todos los obreros de Cuba, que no deben dejar de ningún modo, cueste lo que cueste, que los obreros de los ingenios pierdan el movimiento que han planteado.
Es necesario, absolutamente indispensable, que las grandes compañías azucareras se den cuenta de que sus huelguistas tienen detrás, prestas a intervenir en la contienda, a todas las colectividades obreras del país.
Todas las diferencias que separan a los obreros entre sí, tienen que desaparecer ante la magnitud del conflicto que ahora hay planteado. Nosotros decíamos ayer que nos parecía advertir daros síntomas de debilidad por parte de los dueños de ingenio; hoy repetimos eso mismo y añadimos que es ahora, precisamente ahora, que una reacción del país entero parece inclinarse de parte de los obreros, cuando éstos deben hacer el máximo esfuerzo a favor de los once mil huelguistas.
Anoche se celebró un mitin en el Centro Obrero de La Habana; en él se dijeron poco más o menos estas mismas cosas. Nosotros hoy las pronunciamos por nuestra cuenta y añadimos que si los obreros de los ingenios no ganan su huelga, no serán ellos los responsables, sino aquellas organizaciones que olvidando que el más sagrado deber de todo trabajador es el de la solidaridad, hayan abandonado indiferentemente a los once mil huelguistas que sufren hoy los rigores del hambre.
El Heraldo, 23 de octubre de 1924, p. 6.