Ven Amada, por Dios, no seas ingrata;
de pesares el ánima está llena,
y ya el trágico río de su pena
se transforma en inmensa catarata.
Lucho contra la pena que me mata
y si caigo de hinojos en la arena,
es que adoro tu imagen de azucena
que en el mar de mi llanto se retrata.
Ven Amada: la lira entre su llanto,
te ha formado un castillo de su canto
do el moribundo corazón espera.
Ven, te aguarda mi mente en la que brillas,
acude por piedad antes que muera:
¡el alma está esperando de rodillas!
Rubén Martínez Villena
Hexaedro rosa (1920)