New York, 26 de mayo de 1930.

Querido David:

Recibí por mediación de Ásela tu carta. Aquí estoy ahora en otra casa: me he mudado para 246 West, 20 St., con el nombre de  Robert Martínez. Vivimos en un pequeño apartamentico  compuesto de dos habitaciones, o más bien de una habitación y una habitacioncita. Supongo que no habrás embarcado el día 23, pues tú mismo me hablabas de dificultades y además pienso que me hubieras avisado.

Como tú mismo ves, por las dificultades que ponen en  inmigración, la crisis de trabajo aquí es grande. En realidad no hay buenas perspectivas aquí para trabajar: ya te expliqué esto en una anterior, pues sería malo que vinieras con esperanzas que aquí se romperían muy pronto. Yo creo que conociendo bien el inglés es posible para un cubano luchar aquí y encontrar trabajo, porque nosotros somos más listos que la mayoría de los yanquis: pero sin este elemento estamos condenados —en el mejor de los casos—
a encontrar trabajos que son verdaderamente una esclavitud bestial, muy fuertes, de muchas horas y muy mal pagos.

Aquí en New York he conocido a una discípula de Judith, que se llama Mercedes García y que me ha preguntado con mucho interés por ti: no sé si te acordarás de ella por el nombre, pero  seguramente sí cuando la veas, pues yo mismo la recordaba de  vista: se puso muy contenta cuando le dije que tú pensabas venir por aquí.

Yo no pienso estar mucho más tiempo aquí en N.Y. (No vaya a llegar esto a oídos de papá). Tu sabes que como yo no saqué papeles de residente, sino de visitante, sólo puedo permanecer aquí legalmente seis meses. Pero creo que no agotaré este plazo, sino que a fines de junio me iré a Europa. De todos modos creo tendré tiempo de verte por aquí. Hasta la próxima o la vista, te  abraza,

RUBÉN.