N. Y., 6 de mayo de 1930.
Querida Chona:
Aprovecho que contesto sus cartas a Esther y David para escribirte también a ti. Por la carta de Esther supe que Jorgito estuvo enfermo de la garganta pero que ya está bien: dale de mi parte un apretón y muchos besos. El sinvergüenza de Pepe no escribe ni una letra, pero yo no sólo se lo perdono sino que me lo explico perfectamente. En una carta —que después de gran trabajo y sólo respondiendo a unos insultos, escribió a José Manuel,1 le decía «ahora mismo voy a escribirle Rubén». Pero al cabo no lo hizo: dile que no se preocupe, pues él sabe que no es «necesario». Yo también soy bastante enemigo de las cartas cuando no tienen un objeto determinado de relativa importancia: me hacen el efecto de las visitas de «a porque sí».
Todavía no he visto las cosas importantes de N. Y., es decir, las cosas que enseguida van a ver los touristas, salvo el Acuarium, por donde pasé un día que fui al Consulado de Cuba y aproveché para verlo; esperaba que viniera Ásela para ver juntos alguna parte de los Museos (son demasiado grandes para proponerse uno verlos totalmente), el Parque Zoológico, y algo más. Creo que la semana que viene iremos a alguno de esos sitios.
Hemos visto tres veces a Esperanza y J. M.,2 no solo yendo a su casa especialmente, sino también de vuelta de un restaurant español que está cerca de donde ellos vivían.
El sábado se mudaron de allí a una dirección que supongo Esperancita te habrá dado (19 West 16 St).
Ya le di tus recuerdos a Mercedes García; a Pancho Antieh y Mercedes Pita (que Esther me decía que venían para acá, no los he visto). Aquí es casi imposible tropezarse con alguien si uno no lo busca. Besos de Ásela y de tu hermano
R.