Carta a su esposa (12 may. 1924)

Ocala Jail, Mayo 12 -1924

11 menos cuarto.-

[…] Las versiones que se han corrido sobre nuestra misión aquí, la identificación del hijo del General, Calixto que se halla aquí, el hecho injustificado de nuestra detención reclaman alguna  explicación, que seguramente no te la darás más que a medias.

Así, ahora, me decido a contarte brevemente cómo se han desarrollado los acontecimientos, en la misma [forma]4 líneas generales que probablemente relataremos ante el Jurado.

En Tampa, aquí en la Florida, existe una Compañía aérea comercial que está aún en organización y se denomina “West Coast Air Line”. Uno de sus organizadores es Salvador Martínez Ibor, cuñado del General García Vélez, y tío, por tanto de Calixto. Necesitando nosotros, Calixto, José Ant. y yo recibir cierta instrucción aérea que queríamos adquirir a efectos ulteriores, decidimos conseguir por mediación de Ibor la práctica que necesitábamos en los aparatos de la Compañía. Seis de ellos estaban aquí, en Ocala, y a cargo de ellos tres pilotos americanos, Baker, Mac y Freddie, muchachos jóvenes, simpáticos y expertos. Con ellos hicimos rápida amistad y empezamos a hacer vuelos y arreglos en los motores. Tendría necesidad de ponerte en conocimiento de muchos detalles inútiles, para explicarte por qué cierto agente de Zayas, de quien ya te he hablado, sospechó de nosotros, aunque de nada nos podía acusar. Y puesto de acuerdo con un agente del gobierno federal americano, al que creo vendido, nos acusó con el solo objeto de incapacitarnos con la prisión para cualquier acción futura.

Sospechando yo estoy habiéndoselo comunicado así a mis dos amigos, no me extrañó que esta mañana Mr. Sheffield, que es como te he dicho el Sheriff delegado y alcaide de la cárcel -donde vive,- le dijera a J.A. que él creía que el plan que había contra nosotros era el de suspender el juicio el día quince, apoyándose -supongo yo- el agente que nos acusó, en que aún “no ha reunido pruebas suficientes de nuestra culpabilidad.” Como aunque nosotros hubiéramos estado aquí conspirando abiertamente contra el gobierno de Cuba, eso no constituye en sí delito alguno para la ley americana, nos han inventado la  intención y  preparación de una expedición militar a Cuba, que se llevaría a cabo con armas de aquí y en los mismos aparatos de la Compañía, que utilizábamos para nuestro aprendizaje. No existiendo prueba alguna de tal “delito americano”, Holleinsworth, (creo que ése es el nombre del agente federal) tiene reducido su papel para cumplir con el cubano que le compró, a  mantenernos inutilizados, para lo que sospechaba Fernández.

Si eso es así, es decir, se suspende el juicio el día 15, a lo cual tienen derecho, pueden  posponerlo hasta agosto, con lo cual Holleinsworth habrá ganado honradamente el precio de su venta. Puesto que, en tal caso, nos pueden tener aquí encerrados hasta agosto, mes en que el juicio se celebraría y no tendría importancia para nadie su resultado. ¿Comprendes?

Nosotros pensamos si el juicio se suspende el día 15, hacer entonces todas las gestiones necesarias para obtener nuestra fianza, y, por tanto, nuestra libertad. Esto sin contar con que el padre de J.A. se verá hoy en Tampa con Ibor, el cual está también metido en el lío por sus relaciones con la West Coast Air Line, (de cuyos aparatos se ha incautado el gobierno) y acaso entre los dos logren reunir la cantidad que necesitamos.

Creo que, aunque esta explicación sea algo desordenada, pues la he interrumpido varias veces, ella es bastante clara para ponerte en autos del asunto y para que comprendas cuál es nuestra verdadera situación.

Cómo se desarrolló la escena de nuestra detención, paso a contártela enseguida.

Algunos detalles nos habían puesto en guardia. J. Ant, había visto al tal Fernández en Ocala, y como entre nosotros estaba el hijo del general, temíamos alguna trastada de Don Alfredo.5 Cuando J.A. lo vio, estaba hablando con un viejo, que también estuvo en el campo de aviación, haciendo preguntas sospechosas. El día 5, nos levantamos temprano, y, cosa rara, fuimos a desayunar J.A. y yo, mientras Calixto permanecía en el Hotel, vistiéndose. Terminamos pronto, y nos conseguimos la máquina de Mr. Addams, dueño del Hotel, que la  brindó para  trasladarnos al campo, distante un kilómetro ½ próximamente, a los muchachos y a nosotros. En ella fuimos hasta el restaurant, en busca de Calixto, pero éste estaba desayunando, con el natural  agrado, en compañía de una de las muchachitas, aquella a la que creo ya me referí.

Así, pues, él quedó en ir algo más tarde en otro automóvil y partimos en el de Addams, J.A., Freddy, Mac, y yo. (Baker desde hacía dos días estaba en cama, enfermo).

Antes de salir vimos al viejo aquel que hablaba con Fern, medio oculto en la oficina de telégrafos, que está frente al Harrington Hotel, en que vivíamos. Ello me dio mala espina y cuando llegamos al “field”6 hablamos del asunto comentando qué significarían aquellos extraños movimientos de vigilancia. Tranquilos del todo, nos pusimos los cuatro a trabajar en un motor cuyo arreglo estábamos terminando. Estábamos colocando el radiador -que es igual al de los automóviles. Freddie y Mac, estaban de un lado, sobre una de las alas; yo del otro, sobre el ala también, y J.A. en el suelo, delante, sosteniendo la pieza, ya casi en su sitio. En ese momento llegó una máquina. Venían en ella el Jefe de la Policía del pueblo, a quien conocíamos, y otro señor, dirigiendo él, con cara de perro de presa, y al cual había yo visto rondar nuestro Hotel. El auto se detuvo a cuatro pasos del grupo que formábamos nosotros y tras de saludar a los aviadores, los dos hombres se bajaron rápidamente. Con la mano en la posición del que va a extraer un revólver el hombre de cara de perro -Sheriff del Condado-, según supimos luego, se dirigió a nosotros: / want you two fellows! (Los quiero a Uds. dos muchachos!) y  dirigiéndose a J.A, empezó a registrarlo. En tanto el Jefe de la Policía, me ordenaba bajar del ala, y hacía lo propio conmigo. Nosotros protestamos. La respuesta del Sheriff fue: “cuando ustedes sepan los cargos que el Gobierno Federal tiene contra uds, no protestarán.” El pobre hombre se creía habérselas realmente con dos bandoleros peligrosos. Uno con otro nos esposaron, y en el mismo auto nos trajeron hasta aquí, ante la estupefacción de los dos aviadores que asistieron, mudos, a la escena.

Momentos después Cal. se dirigió al “field” y allí los muchachos le contaron. Cuando volvía para el “town”, el pueblo, se cruzó con Baker, que sintiéndose mejor iba para allá. Le contó lo ocurrido y, al llegar a la plaza se encontró a nuestros apresores. ¿Uds. me buscan? -les preguntó- Sí. ¿Y los otros muchachos, están presos? -Sí. Bueno, vamos. -Y aquí nos lo trajeron a J.A. y a mí. De entonces para acá conoces todo o casi todo lo ocurrido. Ahora bien, los muchachos -de esto nos enteramos por la tarde- suponiendo que los aparatos que estaban bajo su custodia corrían algún peligro, levantaron el vuelo en tres de ellos. Poco después, efectivamente, las autoridades se hacían cargo de los restantes, les quitaban las hélices, los ataban a unos contra otros como águilas prisioneras y los metían en un cercado. Sin embargo de nada sirvió la decisión de los aviadores. El aeroplano en que se fue Baker tenía muy poca gasolina. A una milla de aquí tuvo que aterrizar por falta de esencia. Pero decidido a alejarse lo más posible, volvió al “town° en busca de gasolina, y al día siguiente levantó el vuelo.

Había dejado pendiente la continuación de mi relato, esperando que trajeran otro block de la misma clase de papel, pues aquél se había agotado, pero ahora son las seis de la tarde, y han ocurrido acontecimientos que merecen esta paginita intercalada. Como a las cinco recibimos un cable de Tampa firmado por el padre de J.A, en que nos dice que sale de allá esta noche con la fianza para los tres. Cómo se las habrá compuesto, lo ignoro; además ahora mismo nos han traído una mesa y cuatro sillas plegadizas, de esas iguales a las que ponen en el Malecón en los carnavales, y ya no he podido resistir la tentación de darte enseguida la noticia.

Esta página, pues, está escrita en un momento alegre. Sentado yo sobre una silla de verdad, apoyado el papel sobre una mesa de veras. Además, desde las 5 hasta las 6 y,1/4  tenemos aquí, todos los días, una visita alegre, luminosa y cálida: un rayo de sol. Es el único que llega aquí en todo el día y nos trae un haz de vida libre, de la vida que se disfruta fuera, a pleno cielo, sobre el campo verde, o el mar azul o en la ciudad simpática. Comodidad inesperada, buena noticia,  agradable visita, todo se reúne para que esta paginita, sea también un rayito de sol,  entre la sombra de mi larga carta interrumpida.

 

 

 

 

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