Ocala Jail, Mayo 11 -1924 – 9 P.M.
Amadísima mía:-
[…]
Por él, D. Antonio, me enteré de algunas cosas de Cuba, aunque él estuvo aquí muy breves momentos. Así, pues, estoy lo mejor posible de ánimo, habiendo sabido de mi familia y de mi Cuba, enviándote mis cartas y aguardando las tuyas.
Hoy ha sido para mí, en otro aspecto, un día bien triste. Hoy ha sido el “Día de las Madres”, y aquí dentro de la cárcel, he estado con una triste flor amarilla sobre el pecho. ¡Cuánto he recordado hoy aquella madrecita, la mía, que sufría tanto con mis penas, y gozaba tanto con mis alegrías!…
Casi todo el día lo he pasado silencioso y acurrucado en mi “lecho de campaña”. Por la tarde, después de la ducha, dormí hasta que llegó la comida, hace una hora. Ahora, nuevamente en la cama, te escribo casi mecánicamente, sin tener el espíritu dispuesto ni siquiera para tan grata tarea. Un tedio espantoso, el tedio de las cárceles, ha caído sobre mí, y sin que haya cambiado mi pensamiento, siento predominar en mí una total indiferencia, en el fondo de la cual se destaca tu imagen, como símbolo de una esperanza lejana y de casi imposible realización. En este momento, dos de los compañeros de prisión, sentados en cajones que nos han traído hoy, delante de la puerta de nuestra celda -porque es donde está la luz- entonan una canción americana de condenados a muerte, que me parece más desolada que nunca.
[…] Hasta mañana, a las once menos cuarto- Tú Bob.3