Por Miguel Barnet
La obra de Fernando Ortiz es, sin lugar a duda, una obra de fundación basada en las raíces ignotas y escamoteadas de la realidad nacional y de sus contextos sociohistóricos.
La cultura es la patria, escribió, y la Patria es la sustancia de la nación. Pocos hombres de letras en periodos tan largos de su vida se consagraron a un ideal humanista como lo hizo Don Fernando Ortiz. Cuando en 1995 se creó la Fundación que lleva su nombre, estábamos rindiéndole homenaje a él y a sus contemporáneos. Hoy el Consejo Nacional de Patrimonio del Ministerio de Cultura declara el conjunto de su obra Patrimonio de la Nación Cubana, para perpetuar la memoria de quien Juan Marinello sagazmente llamó el Tercer Descubridor y a quien la grey intelectual y el pueblo de Cuba le dio el noble y merecido tratamiento de Don.
Uno de sus más leales secretarios, el poeta y revolucionario Rubén Martínez Villena, escribió en 1923 en el prólogo a su libro En la tribuna –manifiesto civil de reparación moral de la sociedad– estas palabras con las que quiero terminar: «Cuando rueden al olvido piadoso los hombres que usaron máscara intelectual o patriótica y eran por dentro lodo y serrín, la figura de Fernando Ortiz, por toda la solidez de su talento y su carácter quedará en pie sobre los viejos escombros y será acogida por la juventud constructora para servir como uno de los pilares maestros sobre los que se asiente la nueva República».
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