Relato de La Habana de 1598 por H. de la Parra

Por: H. de la Parra
En: Apuntaciones… Protocolo de antigüedades

(1598)

Las lluvias y los huracanes se suceden unos a otros. Desde el día 1o. hasta el 24 de octubre no han cesado las aguas. Los pastos crecen con asombrosa admiración, las labranzas se levantan mágicamente.

Aquí no se conocen ni son necesarios los abonos, la naturaleza sólo trabaja y sin las penalidades y fatigas que cuesta allá en Castilla el cultivo de las mieses, se cogen dos cosechas al año. Los bosques de Cuba son frondosos y sus árboles de una construcción estraña para el europeo.

La ceiba es el gigante de ellos, y aunque la madera es inútil, sus brazos y follaje son bellos y pintorescos, el refugio más precioso contra los ardientes rayos de un sol abrasador. La fornida caoba, el elevado cedro, el ébano, el granadillo, el magestuoso coco, el guayacán, el ácana, el rompe-hacha, el coposo tamarindo, son leños hermosos, de valor y utilidad que por todos lados abundan y que en todos los terrenos vegetan con magestad y lozanía. En las costas del mar y sobre sus mismas arenas nacen unos arbustos que producen unas cerezas grandes que llaman icacóes, es en muchísima abundancia, las hay rosadas más o menos bajas, amarillas, blancas y negras, y como sus hojas son verdes semejantes a las del laurel, y la planta es bella y de proporcionada figura, ofrecen a la vista del Europeo un paisaje risueño y encantador.

En las mismas playas abundan otros árboles que dan unas cerezas pequeñas (uvas del mar) y los parages cenagosos de ellas están sembrados de mangles y de un mortífero árbol que infesta las orillas de un fruto que llaman manzanillo, que envenena los peces y enferma al hombre que se alimenta de ellos. Es increíble el número de cangrejos que se cría en estas cercanías y el ruido que hacen de noche entrando en el poblado, buscando las inmundicias y asquerosidades. En Cuba todo es bello, nuevo y encantador para el que viene del otro hemisferio y se acostumbra a la vida pastoril. La caza es abundante: pero yo no encuentro aquellas aves de pico de plata y oro con plumages de esmalte que nos pintaban en Castilla. El guacamayo, el tocoró, la locuaz cotorra, el flamenco, son los únicos que han llamado mi atención.

La pesca es abundante y aquí se crian muchos de los pescados que conocemos en Europa, pero yo no les encuentro aún a estos mismos aquel gusto y sustancias que a los de allá…

Los bailes y diversiones en la Habana son graciosos y extravagantes, conservan todavía en los primeros la rudeza y poca cultura de los indígenas, y en las segundas la escasez y ningunos recursos de una población que comienza a levantarse. Hay en esta villa cuatro músicos que asisten a los actos a que se les llaman mediante un previo convenio. Son estos músicos, Pedro Almanza, natural de Málaga, violín; Jácome Viceira, de Lisboa, clarinete; Pascual de Ochoa, de Sevilla, violón; Micaela Ginez, negra horra, de Santiago de los Caballeros, vigüelista; los cuales llevan generalmente sus acompañados para rascar el calabazo y tañir las castañuelas. Estos músicos siempre están comprometidos y para obligarlos a la preferencia es preciso pujarles la paga y además de ella que es exorbitante, llevarles cabalgadura, darles ración de vino, y hacerles a cada uno, también a sus familiares, además de lo que comen y beben en la función, un plato de cuanto se pone en la mesa, el cual se lo llevan a sus casas, y a este obsequio lo llaman propina de la función. Estos mismos músicos concurren a las fiestas solemnes de la Parroquia que son las de San Cristóbal, San Marcial, Corpus…

En obsequio de nuestro Gobernador los mancebos de esta población dispusieron una comedia la noche de San Juan, para cuyo efecto hicieron construir una barraca en las cercanías de la fortaleza, titulándose esta comedia: «Los buenos en el cielo y los malos en el suelo». Era el primer espectáculo de esta clase que se hacía en la Habana y atrajo a todos sus moradores. Hubo mucho alboroto durante la representación, porque la gente no acostumbrada a comedia, charlaba en voz alta y no quería callar, hasta que el gobernador le dirigió la palabra amenazando con el cepo al que no guardase el debido orden. La comedia se acabó después de la una de la mañana y la gente regustada quedó tan complacida, que insistió en que volviera a principiar.

…Aquí carecemos de todo y especialmente de artistas, el trabajo de mano es carísimo; por la hechura de una ropilla entera de raso, lleva el maestro Aguilera que vive al lado del huerto del convento que se está fabricando, veinte escudos de oro.

Sólo hay dos boticas en este pueblo, la de Sebastián Milanés, calle Real, y la de López Alfaro, cerca del Desagüe. No habrá en cada una de ellas cincuenta envases y las drogas tan desvirtuadas, que el otro día presenciamos su ineficacia en unos cáusticos que dispusieron al escribano de mi amo. Las moscas operantes estaban pasadas y hechas polvos. Las medicinas que se consumen en el país vienen de Castilla y hasta que no se acaban no se hace nuevo pedido…

Mucho, muchísimo progresan las siembras de caña de azúcar y del tabaco. Las cosas deben tomar en esta colonia un aspecto favorable con la consignación del situado de Méjico que le ha señalado la piedad soberana.

Es preciso que este pueblo sepa apreciar la zanja de agua potable que ha construido a costo de tantos sacrificios para traerla a la ciudad y renunciar la gruesa y poco aseada con que nos proveía el río de la Jagüey. La fábrica de las casas particulares y habitaciones para el gobernador en la calle de las Redes, frente a la marina, van adelantándose y más se haría si hubiera operarios disponibles.

La guarnición de la Habana hoy consta de cien soldados, habiéndole señalado además un condestable y doce artilleros, y su población general no pasará de 800 vecinos.

 

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