Por: Emilio Roig de Leuchsenring
En: La Habana de ayer, de hoy y de mañana (1928)
En vista del progreso, notable dentro de la época, que había alcanzado ya, a fines del siglo XVI, la Villa de San Cristóbal de la. Habana, el Rey de España, Felipe II, resolvió acceder a los reiterados ruegos que tanto los moradores de la población como sus autoridades, le habían hecho de que se le concedieran los honores y prerrogativas de ciudad, los que al efecto le fueron otorgados por Real Cédula de 20 de diciembre de 1592, que copiada a la letra dice así:
“Don Felipe por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Cicilias, de Jerusalén, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas de Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra firme, del Mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Bravante y Milán, Conde de Abspoudg, de Flandes y de Tirol y de Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, etc .—Por cuanto teniendo consideración a lo que los vecinos y moradores de la Villa de S. Christoval de la Havana de la Ysla de Cuba me han servido en su defensa, y resistencia contra los enemigos, ya que la dha. Villa es de las principales poblaciones de la dha. Ysla, y donde reside mi Governador y Oficiales de mi Hacienda, deseo que se ennoblezca, y aumente por la presente quiero y es mi voluntad que ahora y de aquí adelante para siempre jamás, dha. Villa sea y se yntitule la Ciudd. de Sn. Christoval de la Havana de la dha. Ysla de Cuba, y así mismo quiero que sus vecinos gocen de todos los privilexios, franquezas y gracias de que gozan y deven gozar todos los otros vecinos de Sunexantes Ciudades y que esta pueda poner el dho. Título y se ponga en todas las scrituras Auttos, y lugares públicos y ansi se lo llamen los Reyes que después de mi vinieren a los quales encargo que amparen y favorezcan estta nueva Ciudad, y se le guarden y hagan guardar las dichas gracias y privilexios; y mando a todos mis subditos y Naturales de mis Reynos y de las dhas. Yndias eclesiásticos y seglares de cualquier dignidad, preeminencia y calidad que sean, que llamen é yntitulen a la dha Villa la Ciudad de Sn. Christoval de la Havana y que ninguno vaya ni pase contra estte mi privexio el qual haga guardar todas y qualesquiera pusts. de estos dhos mis reino y de las dhas Yndias como si en particular fuera dirixido a qualquiera de ellas, a quien fuere mostrado, y pedido su cumplimiento: De lo qual mandé dar la preste, firmada.de mi mano y sellado con mi sello en Heras, a veinte de Diré, de mil quinientos nobenta y dos años.—Yo El Rey—Yo Joan de Ybarra, Secretario del Rey nro Sor la hize escribir por su mandato”.
Con esta extraordinaria merced recibió también la Habana otra no menos señalada: el escudo de armas.
Por causas que no se han podido esclarecer, ni tampoco la fecha en que ocurriera, desapareció el documento o prueba de esta distinción, por lo que, después de largas gestiones realizadas por el Cabildo, S. M. la Reina Gobernadora doña Mariana de Austria, viuda de Felipe IV, confirmó aquella merced, reconociendo como auténtico escudo de armas de la ciudad de la Habana, el que venía usando o sea el de los tres castillos y la llave en campo azul, representativos aquellos de las tres primeras fortificaciones que poseyó y simbolizando ésta el ser su puerto la llave del Nuevo Mundo antemural de las Indias Occidentales, todo según consta de la siguiente Real Cédula de 30 de noviembre de 1665:
“La Reyna gobernadora: por cuanto la ciudad de S. Cristóbal de la Habana en carta de 22 de mayo de este año ha representado que con el transcurso del tiempo no se ha podido hallar, aunque se había buscado el origen de la merced que le está hecha de tener por armas tres castillos y una llave en campo azul, señal de su fortaleza y del valor con que sus naturales y vecinos la defendieron en las ocasiones que se ofrecieron; y para honor y lustre de dicha ciudad en los siglos venideros suplicaba que en premio de su lealtad se le confirmase la dicha merced, pues el descuido que había habido en guardar los papeles de su origen, no había de defraudarla de este honor, que había merecido. Y habiéndose visto por los del Consejo de las Indias, teniendo consideración a los servicios de la ciudad de la Habana y a la fuerza con que los ha continuado, he tenido por bien hacerle merced, como por la presente se la hago, de que de aquí adelante use y pueda usar de las mismas armas que constare haber usado hasta aquí, en la misma forma que va referido, que yo lo tengo así por bien; y mando que ninguna persona le ponga impedimento a ello, que así procede de mi voluntad. Fecha en Madrid a 30 de noviembre de 1665.—Yo la Reyna.—Por mandato de S. M. —D. Pedro de Medrano.”