Las figuras de la cultura en La Habana de 1841

Por: Francisco González del Valle
En: La Habana en 1841

Hay que comprender en este grupo tanto a los criollos como a los extranjeros que sentían como cubanos. Ya habían muerto el padre José Agustín Caballero, Nicolás Manuel Escovedo, el obispo Espada, Francisco de Arango y Parreño, etc. Várela y Saco se hallaban expatriados.

El primero, en Nueva York, acababa de publicar sus últimas Lecciones de Filosofía, y redactaba con el Dr. Rvdo. Charles C. Pise, desde abril, El Expositor Católico, cuyos artículos eran traducidos y publicados en El amigo de la religión, periódico de Guatemala; el claustro de Teología del Colegio Seminario de Santa María de Baltimore le confiere el grado de doctor; en este año de 1841 es también cuando el Repertorio Médico Habanero, fundado recientemente por el Dr. Nicolás José Gutiérrez, da a conocer al público el invento de Várela sobre la necesidad de mejorar el aire de los hospitales en los climas cálidos, invento cuyas pruebas no tienen aceptación, a causa sin duda de la incomprensión o ligereza de sus paisanos. José Antonio Saco estaba en Francia, acopiando datos y documentos para su gran obra Historia de la Esclavitud, y en constante correspondencia con sus compatriotas en Cuba.

La Avellaneda vivía en España, donde para su gloria y la de Cuba daba a la estampa en Madrid su primer tomo de poesías, la novela Sab, de asunto esclavista, y Dos Amores, (prohibida la entrada de ambas en Cuba), y Don Enrique el Bastardo, conde de Trastamara, drama publicado en Valencia. Gaspar Betancourt Cisneros laboraba sin cesar con más empeño que nadie por llevar adelante obras de cultura y de progreso a favor de su tierra natal, Puerto Príncipe, donde se hallaba. La condesa de Merlín, que había visitado el año anterior La Habana, y cuya descripción hizo más tarde, se encontraba en Francia. Residían en cambio en La Habana Domingo del Monte, venezolano de nacimiento, a quien los cubanos todos tienen que considerar como el que más hace en su tiempo por la cultura y el adelanto de las letras y el acercamiento entre los escritores de su época en este país, que toma por suyo; y Félix M. Tanco y Bosmeniel, íntimo amigo del anterior, que desde Matanzas o La Habana labora por las letras y por la extinción de la esclavitud, junto con otros extranjeros como José Antonio Echeverría.

Deben ser mencionados también extranjeros tan ilustres como los catalanes Cubí, Gener, Pintó, Estorch, Badía y el no menos célebre Antonio Casas y Rendón, que es el primero que funda en La Habana un colegio como los más adelantados que había en Europa. José Jacinto Milanés, de Matanzas, ya se había hecho notar por su obra El Conde de Alarcos. Tranquilino Sandalio de Noda, de Pinar del Río, es el cubano autodidacta más notable de su tiempo. Juan Bautista Segarra vive en Santiago de Cuba, donde tanto contribuye al adelanto de la instrucción pública; y en esa época se destacan muchos habaneros y cubanos notables como Poey, Ruiz, Villaverde, Palma, los Govantes, los Costales, los González del Valle, los Zambrana, Bermúdez, Nicolás José Gutiérrez, Bachiller, Plácido, Manzano, Jorrín, Valdés Machuca, y otros muchos más que desde la Sociedad Patriótica, Junta de Fomento, Universidad y Seminario, en los colegios particulares y en los periódicos laboraban sin tregua a favor del progreso de Cuba en todos los órdenes, principalmente en el de la instrucción pública.

Don José de la Luz y Caballero apenas pudo actuar durante el año 41, porque a consecuencias de la polémica filosófica de los dos años anteriores y de sus explicaciones en el convento de San Francisco, llega a quedar tan débil y arruinada su salud que tiene que embarcar en mayo del año citado a Nueva York, donde permanece hasta noviembre. Mas no desmintiendo nunca su amor incansable a la instrucción, antes de salir, desde su lecho de enfermo, por conducto de Costales o de Bachiller, labora en cuantos asuntos estaba interesada la Sociedad Patriótica; y ya en el extranjero recibe el encargo del ilustre matancero, presbítero Dr. Manuel Francisco García, de que le comprase un gabinete de física para las explicaciones de la cátedra de filosofía que iba a fundar, lo que hace en Boston a completa satisfacción.

En la vida científica, anciano y achacoso ya el Dr. Tomás Romay, el insigne y valiente introductor de la vacuna, aureolado de altísimos prestigios, domina el Dr. Nicolás José Gutiérrez, cirujano eminente y gran higienista que, no contento con introducir en Cuba los más recientes progresos de la Medicina y Cirugía, luchaba ya ¡desde 1826! por lograr del Poder Central español la creación de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, que no lograría hasta 1860, y acababa de fundar el año anterior (1840) nuestra primera revista médica, el Repertorio Médico Habanero a que ya nos referiremos.

Ese mismo año dio especial prueba de su espíritu innovador el Dr. Gutiérrez, al iniciar un método de embalsamamiento, según consta en las siguientes notas:

En D. H., 8 de febrero, p. 2 y 3, se daba la noticia de que el cadáver de Nicolás Manuel Escovedo, embalsamado en París por Mr. Gannal, en mayo del año anterior, llegó a este puerto a fines de julio, perfectamente conservado, agregándose que

el doctor Nicolás José Gutiérrez, autorizado por Mr. Gannal para introducir su sistema en esta Ysla, avisa que vive en Oficios número 40, y que el precio mínimo del embalsamamiento es de 204 pesos hasta 1,000 pesos como máximo.

Es curioso que el anuncio se publicara también en inglés. Y el mismo periódico, el día 14 del propio mes, p. 1, en un artículo firmado con la inicial S., dice que “el doctor Nicolás José Gutiérrez está empleando en el anfiteatro de anatomía del Hospital Militar de San Ambrosio el embalsamamiento de los cadáveres por el método de Gannal”.

El esfuerzo máximo —y más considerable en este clima casi africano— realizado por un grupo de cubanos, si exiguo por su número, muy grande por la inteligencia y la voluntad, y sobre todo, por su alta moralidad y más alta cubanidad, que se empeñaron sin descanso ni tregua en el adelanto y progreso de su país, con la cooperación de algunos extranjeros ilustres, particularmente de la América Hispana, debe ser recordado siempre, y sin olvidar las dificultades casi insuperables que les oponía el gobierno colonial junto con los españoles residentes en la Isla. A ellos les es debida la cultura y adelanto que en todos los órdenes alcanza Cuba en aquellos tiempos; a ellos también es a quienes se les debe el espíritu de criollismo y la superación individual de muchos cubanos frente a los hombres que explotaban esta colonia.

Los nativos se dieron cuenta de que sólo por la instrucción y el progreso podían, no obstante su condición de colonos y su inferioridad política, colocarse por encima de sus dominadores en el orden de la cultura, aunque no desde el punto político, ya que cada vez se les miraba con más recelo. Durante todo el siglo XIX, sobre todo hasta La Revolución de Yara, no hacen otra cosa aquellos cubanos que entablar una acción constante, sin desmayo y cada vez con más fe y entusiasmo, en favor de la instrucción pública y del progreso. No hubo un solo intelectual de entonces que no se dedicara a enseñar desde las escuelas o institutos particulares, ya que era la única actividad a la que, a despecho de la suspicacia del Gobierno, podían dedicarse con mayor libertad, y hasta cierto punto sin la intervención tan constante y directa de los encargados de vigilarlos. El siglo XIX es el de los grandes educadores y pensadores cubanos, y todos antes de ejercer la actividad propia de la profesión que habían tomado se dedicaban a enseñar y a componer libros de texto. Para no citar más que unos cuantos de aquéllos cuya profesión o actividades no iban a estar reducidas a la educación, serán dados los nombres de José Antonio Saco y Nicolás Manuel Escovedo, eminente estadista uno, y el más grande abogado el otro. No hablemos de Luz y Caballero, Várela, los Guiteras, N. Piñeyro, los González del Valle, Juan Claudio Díaz, Esteban Navea y otros, que se dedicaron especialmente a la enseñanza. Pero sin éstos y sin los que de modo circunstancial aplicaron a ella parte de sus actividades, Cuba no hubiera tenido ese núcleo de grandes hombres que constituyeron la élite, y sin la cual no es posible que los pueblos progresen.

 

Esta entrada fue publicada en Conociendo La Habana y clasificada en , . Guarda el enlace permanente. Tanto los comentarios como los trackbacks están cerrados.
  • Horario de servicios

    Lunes a viernes
    de 9:15a.m. a 4:00p.m.
    Sábados
    de 9:15a.m. a 2:00p.m.
    El horario cambia de acuerdo al reajuste energético