Por Reyna Esperanza Cruz
Desde muy joven optó por seguir su vocación, y quien sigue una vocación tiene un ancla para no ser arrastrado por las corrientes que nos impiden cumplir los sueños. Lo caracteriza la voluntad de ascender, de crear y cambiar paradigmas que lastran la vida y el arte. Trabajador incansable, buscador de los tesoros que guardan las palabras, construye historias en las que no teme que entren el dolor, la tristeza y todo lo que de feo trae consigo la vida del ser humano común, porque enfrentar los miedos, mirarlos a la cara, hace que dejemos de temer. Nunca ha perdido su sonrisa de joven, la manera sutil de conversar, la capacidad de imaginar ni la certeza de que el mundo puede llegar a ser mejor. Por eso, y por su talento y dedicación, Enrique Pérez Díaz es una de esas personas imprescindibles, que nos permiten seguir, como dijera nuestro Apóstol, teniendo «fe en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud».
Durante tu infancia o adolescencia ¿qué escenarios, sucesos o personas hicieron que despertara en ti el amor por los libros y la vocación por la literatura?
Yo soy hijo de una familia de padres divorciados, pero pude crecer con el amor de los míos, en la playa de Santa Fe. Allí, de mil maneras, se formó mi vocación lectora. Mi madre era bibliotecaria de oficio y cuentacuentos; perteneció al primer grupo que se entrenó en el espacio «La hora del cuento», con Eliseo Diego, en la sala Juvenil de la Biblioteca Nacional José Martí, junto a Alga Marina Elizagaray, Mayra Navarro, Menchi Núñez Uncal y tantos otros. Mi madre narraba con dulzura, su voz era apacible, y contaba historias sentada y no con aires teatrales. Se formaba un corro de niños a su alrededor, en la terraza de la Biblioteca Frank País, junto al mar, y nos relataba el cuento de una mujer chiquitica chiquirritica, que tenía un sombrero grande, grande, muy grande. Es una imagen imborrable, que me aferra a ese pasado y a ese lugar que ya hoy no es el mismo. Muchos años después, cuando en un viaje a España me subí a un escenario a contar cuentos, al saberlo ella, emocionada, me escribió una carta que todavía conservo, orgullosa de haber plantado esa semilla. Era hija de un periodista, gran lector de Salgari. Pero todos en casa leían: mi abuela, un tío actor, mi tío abuelo Julio, su esposa, María de los Ángeles Santana. Hasta una vecina poco mayor que yo solía leerme cada noche, cuando esperábamos un programa de Sherlock Holmes, y luego me indujo a leer misterios. ¿Podría haber sido yo diferente? Recuerdo que cuando tenía nueve años todos en casa leían por turnos El país de las sombras largas, publicada por la emblemática Huracán, que yo enseguida adoré, y Biografía de un cimarrón, que me obsequiara una maestra de cuarto grado. Eso me formó una vocación de lector libre y arriesgado, sin barreras etarias.
¿Qué te condujo a escoger la carrera de Periodismo? ¿Cuán afín a la literatura la consideras?
Yo llegué al tiempo de escoger carrera pensando que iba a ser veterinario, pues siempre he adorado a los animales. Sin embargo, a última hora mi madre y otros amigos influyeron en mi decisión. Con mi facilidad para escribir desde pequeño no me imaginaban en algo diferente. Al principio odié la carrera, como todos en mi grupo, pues no tenía ni la más remota idea de qué se estudiaba. Todos nos imaginábamos como los periodistas de las películas, micrófono en mano, con grabadoras al hombro y dando «el palo periodístico»; luego, al entrar en contacto con los medios, le fui tomando amor. Primero en Radio Liberación, en Tribuna y en mi otra carrera, que fue la AIN (hoy ACN). El periodismo te da soltura y valor, osadía, pierdes el temor a la página en blanco y manejas una misma información de mil modos diferentes: como noticia, crónica, reportaje, entrevista o servicio especial, que lleva otro nivel de elaboración, y ese proceso alimenta la escritura, el crecerte ante los géneros. Tener que abordar a personas y páginas te forma una vocación de escritura diaria, inmediata, tenaz, que hasta un punto favorece luego para hacer literatura, aunque como bien sabemos, esta fluye por otros cauces y entraña otros misterios.
Prácticamente has dedicado tu vida a escribir, investigar y promover la literatura, con énfasis en la destinada a niños y adolescentes. ¿A qué se debe que hayas elegido esta vertiente tan compleja, destinada a un público tan exigente?
Escribo desde niño, pero mi primer libro se publicó fuera de Cuba, cuando tenía 35 años. Yo venía con otro discurso narrativo nada aceptado acá, que negaba un poco los estilos anteriores. Deploraba en algunos autores cubanos la falta de garra, el pintoresquismo, la pacatería y el miedo a los temas difíciles y lo cuestioné en Juventud Rebelde, y eso me dio a conocer entre quienes pensaban como yo. Mi generación, que es un poco dispersa en cuanto a edades, ha apostado más por los conflictos, las emociones, el ritmo acelerado y las historias con muchas tramas, menos lineales. El Chino Heras León y Vargas Llosa me hicieron ver que el escritor, además de la imaginación, su entrega al trabajo y la lectura, tiene una parte de la batalla ganada cuando domina «el punto de vista», que es todo en una historia, sea narrada o en verso. No me aferro a ninguna literatura, escribo poemas sin edad y novelas que cualquiera puede leer, pero me he dado a conocer por editoriales infantiles, pues mis protagonistas siempre son niños. Yo me siento a escribir una historia, sin pensar en su público. Eso me hace más libre.
Has ejercido durante muchos años como editor de literatura destinada a estas edades. ¿Qué cualidades especiales crees son necesarias para realizar esta delicada labor?
Lo primero es sensibilidad y amar este tipo de libros, no menospreciarlo, descubrir sus esencias. Ser insaciable, voraz, sistemático y atrevido. He dicho que se debe desnudar al autor, conocer sus intenciones, leerlo entre líneas, buscar el sentido oculto que siempre esconden los mejores argumentos, que teóricamente se escriben para niños. El famoso autor de Momo y La historia interminable, Michael Ende, solía decir que no encontraba otra literatura que le ofreciera mayor libertad expresiva. En realidad, en esta literatura se dicen muchas verdades que a veces no han sido tocadas ni en los libros para adultos, mas, como pocos suelen leerla, se lo pierden, no se enteran. Aunque en realidad he editado cualquier tipo y género de literatura y periodismo.
Muchos escritores, especialmente los autores de libros para niños, consideran que tu desempeño al frente de la Editorial Gente Nueva vino a renovar con propuestas más audaces, con temas que se consideraban todavía tabúes, el panorama de la literatura infantil en Cuba. ¿Qué puedes comentar sobre esta aseveración?
El ICL me llevó a Gente Nueva con ese propósito justamente: actualizar el catálogo, ampliando sus fronteras geográficas, incluso dentro de Cuba. Cuando todavía no era director, una vez alguien dijo allí que no se publicarían libros de autores cubanos mientras en Cuba no se conociera todo Julio Verne. Traté siempre de no dirigir «anímicamente», ni por cercanías o lejanías con determinados autores o tendencias. Le pedí a cada editor competente que hiciera su propuesta de catálogo con absoluta libertad, que creara las colecciones que siempre había soñado. Eso dio al traste con los cotos cerrados; se leían los libros de la Riso escogiendo los mejores para reeditar y nos abrimos a escritores extranjeros que cedieron sus derechos gratuitamente. Se crearon perfiles y colecciones más contemporáneas buscando una visión inclusiva y no de grupos. Se fundó una galería para los ilustradores, una ludoteca, una librería. Gente Nueva no era solo una editorial, sino un proyecto sociocultural. Nacieron colecciones especializadas de poesía como Pétalo y Trébol; de canciones de la tradición ilustradas para colorear en Canta conmigo; las ediciones homenaje que recopilaban la obra y valoraciones críticas sobre grandes autores; Cien preguntas sobre… (de los más diversos temas); una colección para álbumes que recontaban los ballets, las óperas, los musicales; fuimos los primeros en publicar troquelados y acordeones. Pero, a la vez, se respetó la tradición de nuestras colecciones como Aventuras o Primavera y otras, y se mantuvieron libros emblemáticos como La Edad de Oro, Oros Viejos, Había una vez, El Principito, Diario de Ana Frank, entre otros. Cuando se habla de actualización, todos piensan en Veintiuno, la colección de narrativa contemporánea sobre temas tabúes o problemáticos que todavía coordino, pero no fue solo eso, pues nació Ámbar rescatando la ciencia ficción y el policial; en fin, una renovación integral, que hicimos entre TODOS, autores, diseñadores, editores y hasta nuestros libreros.
¿Qué ha significado para ti ser miembro, desde hace tanto tiempo, del Comité Cubano del IBBY?
Una fuente de información permanente, estar actualizado sobre los Premios Andersen (el llamado Nobel de la Literatura Infantil y Juvenil), que ha sido uno de mis temas de investigación, y la posibilidad de ser escogido como jurado en el 2014. El IBBY me permitió conocer a muchos de los autores que luego publicamos en Gente Nueva. De hecho, Veintiuno, en parte, se hacía en coauspicio con IBBY y gracias a su apoyo.
En momentos en que la publicación de libros se ve tan afectada en Cuba por disímiles problemas materiales, ¿cómo piensas que puede suplirse en alguna medida la carencia de libros realmente atractivos para las edades en que se forman los hábitos de lectura?
Esa es una pregunta que demandaría muchas respuestas. La primera es que se actualice el patrimonio deteriorado y algo antiguo de las bibliotecas públicas y escolares. También que se haga recircular la mayor cantidad de libros en todas las provincias. A veces, de una a otra, no se conocen las ediciones por ser muy cortos sus tirajes o por problemas de distribución. También que se asuma al libro digital no como paliativo, sino como la mejor y más efectiva fuente de información y actualización de contenidos. En ninguna parte, nadie tiene posibilidad de comprar cuanto se vende en una librería, por los altos precios de los libros. Muchas obras suelen ser adquiridas cuando caen en saldo. El lector se actualiza en Internet o por bibliotecas, que sí están bien dotadas. Al libro para niños se le da prioridad en Cuba, pero no es suficiente para la gran masa de lectores, incluso adultos, que se suman. Es necesario que se busquen vías para adquirir colecciones importantes destinadas a las bibliotecas y que estas hallen sus lectores donde quiera que se encuentren. La lectura no es prioridad solo del ICL, sino del Estado, como el transporte, la vivienda, los alimentos, la salud.
Desde tu labor como director del Observatorio Cubano del Libro, ¿qué experiencias puedes compartir acerca de cuánto y qué se lee, cómo se promueve, y qué importancia se le concede por parte del público y las instituciones al libro, a los escritores, a la formación de hábitos de lectura, y como se puede contribuir a tan importante aspecto de nuestra vida cultural?
El Observatorio pretende abrirse a muchos y que todos, en cualquier parte de la isla, sean capaces de observarse, evaluar su gestión y medir sus resultados, y por eso hemos creado oficinas regionales. En cualquier esfera se aplican políticas, estrategias, campañas y programas que deben partir de un diagnóstico de espacios y públicos de datas tradicionales y ser revisados para evaluar su impacto y resultados. No es posible asumir políticas desde el ideal y sin una visión prospectiva de los entornos y demandas de cualquier público. En ese sentido las mediciones que hemos hecho, desde encuestas personales o grupales, indican que entre nosotros se valora la lectura en su esencia, aunque los hábitos lectores a veces difieran en cuantía del alto rango que la gente le concede. Cuando se habla de la feria las personas dicen que acuden sobre todo para comprar libros y estar con amigos y familia y el sitio más visitado de la Cabaña es la Gran Librería, vista como la meca para hallarlo todo. En las escuelas de cualquier nivel se sigue leyendo a los clásicos y apenas se conocen los autores más recientes. Ocurre menos en las bibliotecas que trabajan con escritores de sus localidades y registran las desideratas o demandas de la población. Si haces una encuesta abierta en verano, la lectura queda en tercer lugar dentro de las opciones de entretenimiento, precedida por la playa y la TV. Entre los géneros, la novela es el predilecto y le siguen el cuento y a veces, en tercer escaño y otras en cuarto, la poesía. Si entrevistas a los jóvenes sobre la lectura, prefieren el formato digital, pues les permite actualizar sus bibliotecas sin mucho costo o por la movilidad del soporte lector y la mayor capacidad de almacenamiento. Pero para nada desdeñan el libro físico. Cuando interrogas a los libreros, estos aseguran que hay gran demanda de libros infantiles, diccionarios, libros de historia y novelas. La preferencia entre autores cubanos y extranjeros o clásicos y contemporáneos suele ser bastante equilibrada en estas indagaciones. Aunque sí hay demanda de muchos títulos y autores que no siempre se encuentran publicados por razones de derechos. Hoy se da el caso de que muchos jóvenes mencionan escritores que nuestra generación no conoce y son quienes lanzan su obra en las grandes plataformas digitales como Wattpad, a las cuales debemos dar seguimiento y evaluación.
Como escritor, investigador, conferencista, editor y promotor del libro, y muy particularmente del libro para las edades tempranas, ¿qué recomiendas a quienes escriben o pretenden escribir para niños y jóvenes?
Les recomiendo que lean mucho de cualquier literatura y, de esta, por supuesto. También que se atrevan con las más inverosímiles historias, que se acerquen al niño real y no el idealizado, que suelten sus lastres como adultos y osen ser audaces en su escritura, que no desciendan hasta un niño tipo, sino que escriban la historia con todo lo que lleva y después veremos quién la lee. El que pretenda gustar a los niños lo que menos debe escribir es LIJ, sino justamente buenas historias, pobladas de conflictos, con antihéroes, personajes malvados, llenos de carencias, rebeldes, iconoclastas, que desafíen cualquier imposición. Escuelita de los horrores fue un libro escrito contra los dogmas escolares. Obvia decir que lo amaron los niños, pero lo más sorprendente fue que lo adoraran los docentes. ¿Cuál puede ser la explicación? Pues justamente que con la lectura lograron reivindicar sus miedos, sus tensiones, su niño interior, quizás vulnerado por alguna situación pasada.
Por último esta pregunta, imprescindible en estos días tan cercanos a la celebración de la Feria internacional del Libro de La Habana, y al momento en que recibirás oficialmente el Premio Nacional de Edición 2023: ¿Qué significa para ti este importante galardón, y qué nuevos retos trae a tu quehacer profesional?
No lo veo como un reconocimiento a mi persona sino al tipo de editor que he sido y de los que hay tantos que lo merecen por igual. Ha prevalecido entre nosotros la imagen del editor canónico, el más técnico, solamente apegado a la corrección o reescritura de un texto y encerrado en un espacio. Pero, aunque un editor debe cumplir ese requisito, puede ser también un gestor de políticas editoriales, de colecciones y espacios de edición, que aliente y siga a los autores en su creación, que evalúe sus obras aunque no puedan publicarse de momento, que desde su saber recomiende textos para colecciones de cualquier lugar y no de su propia editorial, que forme autores y descubra tendencias, movimientos, posibles sucesos. Me he enamorado con vehemencia de muchas obras ajenas y las he promovido y alentado más que si fueran mías. Pienso que los buenos libros nos enriquecen a todos y no son patrimonio de nadie, salvo de sus lectores. Al leer un inédito siempre valoro en qué editorial cabría, quién lo disfrutará mejor, qué le falta o qué le sobra y cómo podría ser un buen libro. Eternamente me esfuerzo en compartir con todos los buenos libros que descubro, y para lograrlo, me propongo seguir siendo el mismo lector desenfrenado y soñador que desde mi infancia fui.
* * *
Enrique Pérez Díaz (La Habana, 1958). Licenciado en Periodismo. Poeta, narrador, editor, profesor, investigador, crítico. Ha impartido cursos de redacción y de Literatura Infantil y Juvenil en el Centro de Superación para la Cultura y el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Desde hace más de tres décadas se ha desempeñado como editor de revistas y libros y, sobre todo, ha sido gestor editorial de diversas colecciones para niños, adolescentes y jóvenes en editoriales cubanas y extranjeras. Fundó en el Ministerio de Cultura la colección Para un príncipe enano (1989), en la UNEAC, la colección Papeles de la Rosa Blanca (1993-1997), Misterios del domingo (1997-2000), en la Editorial Capitán San Luis y en Gente Nueva (2007), la colección Veintiuno de narradores extranjeros contemporáneos que cedieron sus derechos para publicar en Cuba, y en la que también publican autores nacionales. Editor del sello Papirola del Comité Cubano del IBBY (International Board on Books for Young People: Organización Mundial del Libro Juvenil). Como editor del IBBY preparó el mini diccionario ¿Quién es quién en la Literatura Cubana para Niños y Jóvenes?, la Selección de autores e ilustradores cubanos (en colaboración con Galia Chang) para el Catálogo de Autores Latinoamericanos que editaron los IBBY de Latinoamérica y Fundalectura de Colombia por el Congreso de Cartagena del año 2000 y la Guía bibliográfica Autores cubanos de Literatura Infantil. Una bibliografía inicial. Además fue el editor compilador del catálogo de ilustradores cubanos de Fundalectura. Es autor de diversos libros para niños, y de varias antologías sobre literatura infantil y juvenil de autores cubanos y extranjeros. Ha recibido los premios Pinos Nuevos y La Rosa Blanca. Ha desempeñado importantes funciones en diversas instituciones culturales, así como en revistas y periódicos nacionales. Se mantiene colaborando como editor en diversas editoriales cubanas y extranjeras como Gente Nueva, Arte y Literatura, Áncoras, Selvi Ediciones, Ediciones Obrador, Iniciar Editores, Elé-Zonacuario, entre otras. Ha recibido numerosas condecoraciones y reconocimientos, entre los que se destacan la Orden por la Cultura Nacional, la Orden Félix Elmuza de la UPEC, la Medalla 60 aniversario de la UNEAC, el Sello Centenario de la Radio en Cuba, y recientemente le fue otorgado el Premio Nacional de Edición 2023.
Tomado de: Enrique Pérez Díaz: el mismo lector desenfrenado y soñador. Cubaliteraria. Ediciones Digitales.