Por el promotor de lectura Adrián Guerra Pensado
Para el amor todo es posible
Un estudiante me contó que cuando realizaba prácticas en un hospital, conoció a una niñita llamada Liz que sufría de una extraña enfermedad. Su única salvación era una transfusión de sangre de su hermanito de 5 años de edad, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor le preguntó al niño si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Él lo vio dudar por solo un momento antes de decir: “Sí, lo haré, si eso salva a Liz”.
Mientras la transfusión se realizaba, el niño estaba acostado en una cama junto a la de su hermana y estaba sonriente mientras los asistían a ambos y viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces, la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: “¿A qué hora empezaré a morir?”
Siendo solo un niño, ¡él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana! Y AÚN ASÍ LO ACEPTABA.