Por Leonardo Depestre Catony
Es Beatriz de Jústiz una de las personalidades más destacadas y, al mismo tiempo, olvidadas del siglo XVIII cubano.
Su apellido al menos queda en el Callejón de Jústiz que, pese a sus escasos 100 metros de longitud, se enmarca en un área muy transitada por los vecinos capitalinos, próxima a la Plaza de Armas.
Las primeras referencias acerca de ella nos llegan por conducto del poeta esclavo Juan Francisco Manzano, hijo de una de las esclavas predilectas de doña Beatriz. En su autobiografía Manzano alude a la casa de su patrona, donde durante su niñez se sintió protegido.
La marquesa Beatriz de Jústiz de Santa Ana tuvo una larga vida de 70 años, cifra notable para su época en que las epidemias segaban tempranamente la existencia de los habaneros y de los cubanos en general. Aunque no ahondaremos en los detalles de su vida, nos detendremos en dos aspectos cruciales, que la hacen trascender: su condición de ser una de las primeras damas escritoras nacidas en Cuba y su condición de defensora de los derechos de la mujer.
Fue Beatriz quien durante la toma de La Habana por los ingleses escribió —o al menos se le atribuye— un «Memorial» dirigido al rey y la composición poética en décimas titulada «Dolorosa y métrica expresión por el sitio y entrega de La Habana dirigida al Católico Monarca Carlos III», en cuyas palabras denunciaba al gobernador y a sus fuerzas por los errores que permitieron la ocupación de la ciudad por los invasores ingleses.
Estos documentos la revelan como la primera de las escritoras cubanas y, para mayor mérito, con un documento cuyo contenido deja ver sus preocupaciones por el destino de la ciudad en que nació; además de una personalidad valerosa y decidida, renuente a aceptar el silencio verbal que por aquel tiempo atenazaba la voluntad femenina.
Pero hay más. El derecho vigente impedía a las mujeres casadas realizar operaciones o negocios públicos sobre sus bienes por sí mismas, debía ser mediante la representación del marido. No podían ejecutar contratos, ni adquirir bienes por herencia sin permiso del esposo. Sin embargo, como uno de los últimos actos de su vida, Beatriz de Jústiz enfrentó esta tradición.
Su memoria testamentaria constituye un expreso alegato contra esta injusta práctica. En ella Beatriz disponía que la tercera parte de sus bienes fuera administrada personalmente por sus dos hijas, sin la intervención de sus esposos, y si estos no estuvieran de acuerdo con esto y reclamaran basados en las leyes mencionadas, su última voluntad para evitar pleitos entre matrimonios era que estos bienes pasaran a amigos confiables, nombrados por ella, para que estos los administraran y dieran a sus dos hijas el producto en partes iguales.
Tarea nada fácil de llevar a cabo la pretensión masculina de controlar un carácter tan firme como el de la Jústiz quien, además, poseía un título nobiliario, fortuna, prestigio y posición como para imponer su decisión. Y aunque Beatriz es una figura todavía no del todo bien conocida, sí existe un interés creciente por ahondar en su vida y en su obra, en su impronta como autora y su condición de pionera de las letras.
Nacida en La Habana el 24 febrero 1733, proveniente de una antigua familia e hija de un coronel de los Reales Ejércitos con importantes cargos en la colonia cubana, Beatriz disfrutó de todos los bienes posibles en la Cuba de la primera mitad del siglo XVIII. En correspondencia con su condición social, se casó con Manuel José de Manzano y Jústiz, primer Marqués Jústiz de Santa Ana, contador mayor del Real Tribunal de Cuentas de la Isla y alcalde ordinario de La Habana. Su hogar, dotado de salones amplios y rico mobiliario, sirvió de escenario para actividades sociales presididas por la marquesa.
A 220 años de su fallecimiento el 5 de junio de 1803, Beatriz de Jústiz de Santa Ana es figura ya hoy insertada en la historia de la literatura cubana.
Tomado de: http://www.cubaliteraria.cu/beatriz-de-justiz-la-primera-escritora-cubana/