Por el promotor de lectura Adrián Guerra Pensado
El ajedrez se puede jugar desde la infancia. Algunos jugadores han llegado a Gran Maestro antes de los quince años pero la gran mayoría de las personas solo quieren pasarla bien, como sucede en todos los deportes.
Esta afición ayuda a los niño(a)s a concentrarse y es un ejercicio mental magnífico que obliga a planificar, estudiar y crear. Lo primero es que desarrolla la memoria y obliga a tomar decisiones. Estas son cualidades positivas para la vida.
Cada jugador en un momento dado se da cuenta de su valor y aprende a valorar a su contrario.
Para los mayores, de la tercera edad, es muy, muy bueno, pues les ayuda a mantener un nivel mental muy alto. Los abuelos pueden jugar con sus nietos y en la diversión se unen ambos extremos de la vida.
El Che Guevara, con el argumento de que el ajedrez ayuda a pensar, pues él mismo aprendió a jugar a los 10 años gracias a su papá, introdujo con Fidel el ajedrez en las escuelas y así llegó también a millones de hogares cubanos.
Los padres y abuelos deben indagar a dónde fueron a parar los parchís y los dominós y las damas y damas chinas capaces de entretener a nuestros pequeños y adolescentes y que no podemos afirmar que hayan sido desplazados por los móviles pues ya habían sido desplazados por el olvido que también tiene sus razones.