Por el promotor de lectura Adrián Guerra Pensado
Melville comenzó su vida de aventurero cuando tenía dieciocho años. Había nacido en New York el primero de agosto de 1819. Su padre murió cuando él era un niño y el muchachito tuvo que aprender a luchar por sí mismo. Se enroló en un buque carguero que zarpaba para Liverpool y ahí empezaron sus años en los lejanos mares, años a los que él llamó “su educación universitaria en Harvard y en Yale”. Después de su primer viaje, hizo tres años escolares y luego regresó al mar, esta vez en un barco ballenero.
No pudo encontrar una vida más aventurera que aquella que le brindaban los barcos veleros que recorrían los siete mares persiguiendo al gigante del océano. Había heroísmo, habilidades y emociones en la persecución y la fiera lucha que requería arponear y matar las ballenas. Ustedes pueden leer todo esto en la inmortal historia de Moby Dick (1851), la gran ballena blanca que Ahab siguió por los mares del mundo y matándola, pereció también él.
Melville murió en 1891. Una generación más tarde, su patria, que no lo apreció en vida, aprendió a reconocerlo como grande entre los más grandes narradores.