Publicado por la Casa Editora Abril en el año 2020 y presentado en la edición 30 de la Feria Internacional del Libro de La Habana, se encuentra en nuestras nuestras colecciones El dragón invisible: Selección de cuentos sobre bibliotecas, un interesante texto para quienes hemos pasado por la vida amando las bibliotecas, viéndolas como templos sagrados del Saber.
Los compiladores del libro, Roberto Ginebra, merecedor del premio al concurso Vicentina Antuña en 2003, y la investigadora Deborah Gil, ambos vinculados profesionalmente al quehacer científico de la Biblioteca Nacional de Cuba, hicieron una selección de textos exquisita, en la que además de prestigiosos nombres de la literatura mundial hay una numerosa muestra de autores cubanos, entre ellos Premios de Cuento Alejo Carpentier.
¿Imaginan la biblioteca ideal? Para Lezama Lima la «…biblioteca imaginada tendrá amplios salones iluminados a los que no les faltan los perfumes de alubias negras, el café, las frutas, claroscuros, con una ventana y un jardincillo y estantes, estantes repletos. Un lugar al margen del mundo, un mirador, un batiscafo, una torre, una saetera, una quimera con alas de papel». Podría conjeturarse que en el más puro espíritu lezamiano, la biblioteca ideal es como un templo, especie de recinto secreto, sanctorum, con todo dispuesto, cual mise an scena para el supremo acto de la lectura. Pues en una biblioteca ideal, necesariamente, incluso el espacio debe «conspirar» en bien de ese bautismo mágico que es leer. Borges decía: «Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros, hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros». Eso es la biblioteca para todos y cada uno de los cuarenta y tantos autores que tributan a El dragón invisible, la mítica morada de los libros, esos objetos amados, odiados, perseguidos, ocultos, visibles, incomprendidos, censurados y que tantas historias traen para hacernos escapar de nuestra vida y abrirnos las de otros. Los libros, criaturas frágiles y fuertes, pasto del fuego y del agua, pero eternos guardianes del tiempo. Los libros, el ideal alimento de bibliotecas y lectores. «¡Qué pena de los libros que nos llenan las manos de rosas y de estrellas, y lentamente pasan!», decía el gran Federico García Lorca.
Enrique Pérez Díaz