Por Juliana Uribe y Dianet Armenteros
Esta semana culminamos con la tercera y última parte del texto dedicado al café.
Servicio del café
Ejecutado con los atributos y la corrección que le corresponden, constituye todo un ritual de consumo, oportunidad idónea para resaltar el sentido de la simpatía criolla, además de la indispensable profesionalidad.
Alguna vez te has preguntado por qué nuestros abuelos beben agua antes de tomar el café. Pues aquí te damos la respuesta.
Por razones fisiológicas del organismo humano, al igual que como parte de un ritual de consumo muy arraigado y plenamente demostrado como necesario, debe servirse previamente el agua bien fría y el café bien caliente y humeante. Tales detalles se justifican por los siguientes argumentos:
- Elevar, mediante la ingestión del agua, el nivel de los jugos gástricos en el estómago, propiciando un medio químicamente favorable para su mejor asimilación digestiva.
- Limpiar el paladar con el agua.
- Percibir mejor las sensaciones olfativas que despide el café humeante, predisponiendo la salivación en el sentido del gusto y permitiendo que sea mejor saboreado —inclusive, en la cavidad retro nasal— a lo que también contribuye el cambio de temperaturas que se experimenta en la boca, la faringe y el esófago.
Los cafés también pueden ser preparados fríos, adicionándoles cremas, espumas de leche, licores u otros aditivos. Se servirán en vasos o copas altas, sobre platillo base pequeño con servilleta de papel doblada. Acompañarlos con una cucharilla de cabo largo (para fuente de soda) y/o pajillas absorbentes, según se requiera. Este tipo de preparación, al igual que el capuchino y otras con complejidades similares, no debe ser solicitada ni consumida al final de las comidas, solo como entretiempos.
Tomado de: Revista Excelencias Gourmet, número 48, año 2016.
Ver también: Café: El ritual del buchito. Por Jorge Méndez Rodríguez-Arencibia. Disponible en: Excelencias Gourmet.