Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, Yunier Serrano Rojas (San Cristóbal, Artemisa, 17 de abril de 1985) se dio a conocer como autor e ilustrador con el poemario para niños Lección de amor y anatomía (Santa Clara, Editorial Sed de Belleza, 2011). Posteriormente publicó, con texto y dibujos suyos, El erizo del bombín (Colombia, Ginesta, 2019); Rapunzel, Leznupar y el hijo del barbero (Pinar del Río, Cauce, 2016); El erizo y la niebla (Valencia, España, Selvi Ediciones, 2015); Te regalo una margarita (Valencia, España, Selvi Ediciones, 2015) y Un libro de espías (Guantánamo, El Mar y la Montaña, 2012).

A Yunier no le gusta su nombre y prefiere que lo llamen Valerio. Quizás porque su padre se llama Valeriano, o porque se dice que Valerio significa “valiente” y él ha tenido que enfrentar la vida con valor para triunfar como ser humano y persona, y estudiar,  para dejar salir al escritor que tenía en su interior y descubrir que no solamente era un niño al que le gustaba dibujar, como a tantos, sino que llevaba dentro el excelente ilustrador que ahora es, y que ha ilustrado muchos libros de otros autores para editoriales como Cauce, Loynaz, Editorial Oriente, Sed de Belleza, El Mar y la Montaña, Ediciones La Luz y para una publicación mexicana.

En ilustración, Valerio ganó en 2015 nada menos que el Primer Premio  Anual del Arte del Libro Raúl Martínez con Había una vez, de la Editorial Gente Nueva, y según palabras del jurado lo mereció “por la calidad de las ilustraciones  frescas, figuras bien trabajadas, y la solidez estilística que lo convierte en una verdadera obra de arte”.

El Valerio escritor no se queda atrás y se alzó con el Premio La Edad de Oro 2016 por El erizo del bombín, aunque  tuvo tremendísima ayuda de su entrañable amigo el Valerio ilustrador, que corrió también con el diseño, la cubierta y claro, las ilustraciones (así cualquiera…).

Nuestra invitación a la lectura es entonces para El erizo del bombín.

Este “señor erizo” le da mucha importancia al vestir, al qué dirán, a la elegancia. Para él, es muy necesaria la opinión de los otros, y luego de ponerse lo que le pareció más relevante, en el camino al trabajo se miró de reojo en una vidriera y… ¡hay mamá! Su incomodidad empezó a crecer y a crecer y sus espinas a erizarse y su mal humor hizo desplantes a cuanta gente buena se tropezó en el camino. Ya no puedo decirles más, tienen que verlo todo y leerlo todo por ustedes mismos para no pecar yo de lengua larga. Después, al final, mientras se ríen, no olviden aprenderse la lección por si a alguno le sirve.