Moscú, 15 de julio de 1931.
Querido David:
Recibí tu última carta. Yo llegué a Moscú, el día 23 de mayo, pero desde entonces no he tenido mucho tiempo disponible para asuntos particulares. Además tenía algunos asuntos particulares de principal urgencia, como eran los relativos a mí establecimiento aquí, mi forma de vivir y la llegada de Ásela. Ésta arribó aquí el dos de julio, vía Alemania, Lituania y Letonia, atravesando el corredor polaco. Estas han sido las causas de mi demora en contestarte.
Aquí leo periódicos de Cuba, por los cuales, aunque con retardo de unos dieciséis días, me entero de la situación en Cuba que está cada día más grave. Las últimas noticias que tengo son de la división que se ha operado en el campo de la oposición a Machado, pues mientras Menocal pone su esperanza en el Congreso con el plan de reformas a la Constitución. Mendieta, que le sigue negando autoridad y legalidad al Congreso, pone la suya en el Tribunal Supremo al que dirige él (o los suyos) continuos recursos de inconstitucionalidad. Si las decenas de demostraciones obreras y de desocupados bajo las consignas del Partido Comunista no reflejaran ya la gravedad de la situación, también podrá verse esta con el peligro de una revuelta armada, en los últimos discursos de Machado, en sus viajecitos a los cuarteles y en la campaña que están desarrollando todos los elementos de la oposición, con Carbó a la cabeza, para neutralizar el Ejército. Sin embargo, no obstante sus tentativas de golpe de estado del año pasado, que fueron forzadas por el auge del movimiento revolucionario y alentadas por los ejemplos de golpes militares en la América del Sur, creo que ahora la oposición, tanto Menocal como Mendieta, tienden a una solución pacífica de sus conflictos con el gobierno, como lo indica la actuación de uno y otro, y seguramente producido eso —es decir, ese paso atrás en sus actividades «revolucionarias»— por dos cosas: el peligro de que un movimiento armado que ellos provoquen se convierta en un verdadero alzamiento de masas no sólo contra Machado sino contra el imperialismo yanqui y los propios nacionalistas, y la impresión que tienen los dirigentes de la oposición de que ni su movimiento ni su victoria serían apoyadas por Washington: la denuncia y el apoyo de éste es lo que de todos modos quisieran conseguir y para obtenerlo si llegaran al poder, harían exactamente lo mismo que Machado: ser unos criados perfectos de los intereses americanos en Cuba. Sin embargo, no gracias a los nacionalistas (como pudiera parecer a primera vista) sino a pesar de los nacionalistas, que se han mostrado siempre muy pacifistas, el movimiento revolucionario sigue creciendo y el motor de este movimiento es la clase obrera y su partido, de modo tal que cualquier cosa es posible ahora en Cuba donde la situación económica es verdaderamente pavorosa; lo mismo pueden comenzar levantamientos armados aislados y espontáneos que puede producirse la renuncia de Machado.
De todos modos están allí viviendo momentos graves y las vísperas de acontecimientos políticos de importancia. Pero así está todo el mundo. La situación en Europa y sobre todo en Alemania es muy parecida a la que precedió a la conflagración Mundial del 14 y la nueva guerra Mundial está detrás de la puerta. No tengo perspectivas todavía de regreso, aunque mi deseo es estar ahora allí. Nunca ha habido en Cuba una situación histórica tan interesante como la actual: ¡Quién sabe si cuando ésta llegue a tus manos ya será otra aún de más interés que ésta que yo conozco ahora! Recuerdos y saludos a los amigos y conocidos.
Te abraza tu hermano,
RUBÉN.