Al fin cayó el león; aquí la historia
hubiera vuelto con cariño arredro:
este fue su Tabor; este San Pedro
le abrió las puertas de la misma gloria.
Aquí finalizó su ejecutoria,
la progresión gigante de su medro
aquel titán de robustez de cedro,
aquel rebelde de feliz memoria.
Y aquí, en el delirar de su agonía,
se juzgó necesario todavía
para las libertades y la guerra
sintióse derrotado por la suerte
y clavó las espuelas en la tierra
¡para cargar contra la misma muerte!
Rubén Martínez Villena
(1922)