A bordo del «N.Y.», 7 de agosto de 1930
Chela mía:
Anoche a las doce llegamos a Cherburgo y hoy estuvimos en Southampton, puerto inglés, a eso de las diez. Desde ayer a la una de la tarde el barco está escoltado por bandadas de gaviotas. Ayer y hoy no me he sentido muy bien, me he sentido con cansancio y algún dolor en la espalda: probablemente algún aire que he cogido en un descuido.
Mañana por el mediodía llegamos a Hamburgo, o por mejor decir, a Cuxhaven, en la desembocadura del río Elba, porque la ciudad de Hamburgo está un poco adentro en la orilla del río y el barco para en Cuxhaven, y de allí se toma un tren especial de la propia Compañía hamburguesa americana, para el cual reparten a bordo los tickets, por supuesto gratis, porque ya el pasaje lo paga uno en Nueva York, completo.
Estoy muy preocupado con las cosas que llevo en la maleta, muchas de las cuales debía haberlas dejado en Nueva York, pues aquí un compañero me ha dicho que es posible que en Alemania se cuiden de esas cosas, y además, todavía no está decidida la ruta después de Berlín; acaso se vaya por tierra, atravesando Polonia. Veremos a ver.
Cuando recibas ésta, probablemente tendrás en tu poder la que te mande desde Cherburgo. Ésta voy a escribirla hasta llegar a Hamburgo, o Berlín, hasta donde hay unas horas en tren. ¡Cómo extraño tus cuidados y recuerdo tus advertencias, reconvenciones y consejos!
Tú eres para mí también como una mamita. Te besa
mucho, tu
RUBÉN.