Carta a su esposa (13 ago.1930)

An bord 13 de agosto de 1930

Hamburg-Amerika Linie

Chela mía:

Te escribo a bordo del barco que nos lleva a Leningrado. Ayer fuimos de Hamburgo a Kiel por tren (dos horas de viaje), y en Kiel tuvimos que esperar que llegara este barco hasta por la noche.  pasamos el tiempo en un hotel, muy cerca del canal a donde  llegaría el barco; a las diez y media de la noche tuvimos que salir lloviznando y caminar bastante por los puentecitos que cruzan los pequeños canales que van al gran Canal, hasta un edificio en que las autoridades alemanas verían nuestros pasaportes. Cerca de las doce de la noche pisamos al fin territorio soviético, al subir a bordo. Aquí nuestra vida ha variado. En el barco van viajando muchos burgueses, ingleses y alemanes; todos los camarotes estaban ocupados, así es que tuvimos que tomar alojamiento en una gran bodega o departamento inferior del barco en donde hay unas literas de camas superpuestas, una «carnada» abajo y otra arriba. Pero las literas estas son muy limpias y buenas, con buenos colchones y sábanas. Yo dormí muy bien, acaso también porque anoche estaba muy cansado del ajetreo último. Hoy por la mañana fui con otros compañeros a inspeccionar el barco. Tiene un magnífico salón comedor, un smoking room, o salón de fumar, con butacas acojinadas y mesitas de ajedrez, y una sala para conversar. Ya a esta hora que te escribo hemos tomado el desayuno y el  almuerzo, que me han gustado mucho más que las comidas del New York.35 Un comité que se ha elegido entre los delegados ha organizado un programa para los días a bordo: se acabó el relajito de los idilios y el tomado de cerveza y otras cosas.

En el mismo Kiel se nos ha unido la delegación italiana, compuesta de siete hombres y una mujer, y además van con nosotros algunos delegados alemanes. Como también nos reunimos en Hamburgo con otra parte de la delegación de Estados Unidos que salió después de nosotros en el Bremen, pero llegó  primero, formamos un número crecido. Por la mañana, después del desayuno,  celebramos una reunión para continuar la discusión que se inició en Hamburgo sobre la situación de los obreros alemanes y la lucha sindical en Alemania. Un compañero americano preguntó al  Alemán que informó, por qué en los Estados Unidos había sindicatos revolucionarios y no los hay en Alemania. En Hamburgo se pudo hablar muy poco, pero hoy aquí en la reunión se ha hablado bastante sobre el asunto sin darle una respuesta concreta a la pregunta. La cuestión es importante porque está directamente relacionada con esta otra. ¿Debe seguirse trabajando «dentro» de los sindicatos reformistas, o hay que crear nuevas organizaciones revolucionarias frente a las trade unions de la socialdemocracia? No sé si recordarás que esto es uno de los puntos a decidir en el Congreso. Hoy por la mañana habló un compañero de la delegación alemana, y por su opinión creo que la delegación alemana sostendrá en el Congreso la necesidad de seguir trabajando en los sindicatos socialdemócratas. Yo pienso esta tarde, cuando con- tinúe la discusión, hablar sobre el asunto, combatiendo la opinión de ese compañero, que resulta falsa en general, y sus argumentos, que son pobres en el «tercer período». El criterio justo es éste (que también encierra la respuesta a la pregunta del compañero americano): Es necesario trabajar dentro de las organizaciones sindicales reformistas cuando la mayoría de las industrias estén organizadas en estos sindicatos, como ocurre en Alemania. Es necesario porque allí está la masa y no en otra  parte. Pero nuestro trabajo dentro está dirigido, es para conquistar a la masa. Por eso las fracciones comunistas procuran arrebatarle la dirección, no del sindicato, sino de las luchas, a los líderes reformistas, creando comités de lucha y comités de huelga por arriba de los directores oficiales. Cuando mediante esta táctica hemos ganado la confianza de los obreros, cuando éstos han visto  que los comunistas (o la oposición o ala izquierda) se ocupa de todos sus problemas diarios y conduce sus luchas a la victoria,  cuando hayamos mediante todo eso conquistado la inmensa mayoría,, en ese momento ya es posible y se debe abandonar el  trabajo dentro, porque entonces debemos crear la nueva  organización, nuestro sindicato revolucionario. En los Estados Unidos la gran mayoría de las industrias y de los obreros están desorganizados: sólo dos millones hay dentro de la A. Fed. L.; por eso ha sido posible y fácil organizar sindicatos clasistas. En  Alemania, al revés, los obreros de todas las industrias importantes fueron organizados por la socialdemocracia, y forzosamente había que trabajar dentro de los sindicatos reformistas. La cuestión de si ya se deben crear nuevas organizaciones en Alemania es la  cuestión de si ya hemos conquistado la mayoría los trabajadores organizados en los sindicatos socialdemócratas. Esto puede ser cierto para unas industrias y no para otras. Pero también hay que tener en cuenta que en la propia Alemania hay ocho millones de organizados y diez millones de desorganizados; y que los últimos combates han demostrado el gran papel jugado por los  desorganizados en las huelgas, a veces superior al desempeñado por los obreros organizados. Este hecho es un argumento más a favor de la creación de organizaciones nuevas, pues esos desorganizados —que son mayoría— han ido a las luchas bajo nuestra dirección autónoma y no bajo la dirección de los líderes oficiales.

No sé si te dije que ahora somos tres los que hablamos castellano, pues en Hamburgo nos encontramos con un compañero de Panamá, un obrero negro, que fue primero a Francia. También he descubierto que puedo entender mucho el italiano y hasta hablarlo un poquito. En la discusión de esta mañana se habló en inglés, y un compañero italiano —el amigo de Sophia—, les traducía. Pero éste, por los muchos años que lleva hablando inglés solamente, ha olvidado muchas palabras, y a  veces lo ayudé esta mañana. Los tres latinos estamos sufriendo de la falta de un traductor para nosotros, especialmente los otros dos, pues yo lo entiendo prácticamente todo. Voy a ver si propongo servirles yo de intérprete a ellos para que la discusión sirva también para su desarrollo, pues ambos son compañeros no desarrollados.

Bueno, te he hablado mucho de mí y de nuestras cosas.
¿Y tú, mi Chelusca inolvidable, cómo estás? Con estas  separaciones graduales que nos impone la lucha, primero la persecución contra mí en Cuba, luego mi viaje a Estados Unidos,  hora este otro, ¿le estás cogiendo el gusto otra vez a la vida de  soltera? ¿Dónde estarás viviendo, con quién, en qué ocuparás el  tiempo, cómo comerás, cuáles serán tus relaciones con las familias y con el movimiento obrero y con el trabajo del Partido? Todo eso y mucho más me pregunto, y quién sabe hasta cuándo no lo sabré. Estoy tranquilo hasta cierto punto porque en Kiel te mandé unas  letras con una dirección en Alemania que aquí te repetiré de todos modos. ¡Cuántos deseos tengo de saber de ti! No digo de verte y de besarte porque esto es imposible, por desgracia. ¿Hasta cuándo? Muchos besos para Chelusca, Mignon, Chinchan, de

INO.

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