En la penumbra del jardín silente
vibró la voz de mi febril anhelo,
y el tímido relato de mi duelo
movió tu corazón indiferente.
La voz al cabo se tornó valiente
y al varonil reclamo de mi celo
se volvieron tus párpados al suelo
y sonrojada se dobló tu frente.
Mas tu boca impasible quedó muda.
El “no” que siempre te dictó la duda
abrió apenas la curva purpurina,
y por ahogarla, de pasión obseso,
desfiguré tu boca peregrina
bajo la ruda compresión de un beso.
Rubén Martínez Villena
Hexaedro rosa (1918)