Postdata, o mejor Antedata: Te envío ésta por medio de Pepto,5 pues no estoy seguro si sigues en El País.
Jacksonville, Florida, 6 de abril de 1930.
Querido hermano Enrique:
No obstante todo lo que nos pueda alejar en la vida, lo sigo ¿siendo para ti y tú para mí. Aquí me tienes pasando las de Caín, a pesar de que no he dañado a los Abel sino a los Judas. Sufriendo por mi aislamiento, que es casi el de una celda de cárcel. Sin un solo amigo y sin una sola persona entre cien mil y pico que me rodean, con quien poder hablar. No sólo por el idioma, sino por otros obstáculos: ¿de qué voy a hablar con la gente que veo diariamente? Además, mi inglés es, en efecto, muy escaso, y no me sirve sino de vehículo primitivo para pensamientos y necesidades indispensables y cotidianos.
En otro tiempo —años literarios— acaso hubiera bendecido esta soledad entre la muchedumbre. Pero ya hoy no me siento sino muchedumbre misma, como uno entre todos, y he mandado al carajo la selva interior con todas sus sabandijas y sus flores. Y ya ves (perdona) que mi literatura de hoy es hasta obscena, aun en el género epistolar. Al fin me fui de Cuba sin conocer tu nido ni tu hijo. ¡Qué quieres, chico! Entre mi persona y mis asuntos particulares, mis amistades privadas, mis inclinaciones sentimentales, mis familiares y mis amigos, es decir, entre mí mismo y todo lo que me era propiamente personal como individuo, ha habido en los últimos años una ancha circunferencia espinosa e inexpugnable, hecha de ocupaciones urgentes y cotidianas, de problemas, de luchas…
Hoy pueden comprender en el centro de qué círculo me hallaba, por la forma brusca en que he sido extraído de él (al menos en Cuba). Y eso te explicará muchas rarezas y alejamientos míos. Pero aquí estoy, el mismo de siempre en cuanto a ti y a nuestro viejo cariño. Saluda a Olga, un beso a Enriquito y para ti el estrecho abrazo de tu hermano,
RUBÉN