Carta a Enrique Serpa (11 ene. 1920)

Habana, 11 de enero de 1920.

Sr. Enrique Serpa

Central «Mercedes»

Mi muy querido amigo:

Te habrá extrañado mi silencio, aún más si recuerdas la promesa que te hice de escribirte a menudo, pero él no es hijo de mi despreocupación ni de mi olvido. En los primeros días siguientes al recibo de tu muy grata «del año pasado» me fue imposible responder a ella porque realmente   no tenía tiempo para ello (a ti te consta que a mí el tiempo y el dinero son cosas que nunca me sobran); más tarde, cuando me tomé, porque no me las dieron, unas vacaciones de Navidad, me fui con mi familia a casa de un tío mío que vive en el lugar de mi nacimiento. Allí, alejado del pueblo cerca de una legua, y en un medio distinto al que por lo regular me rodea, era difícil que me determinara a tomar la pluma aun cuando fuera para escribirte.

Creo que ese fenómeno que me ocurrió, y el cual tú conoces por experiencia propia por la mudez que se apodera de tu bien templada lira durante el tiempo que pasas en el campo, es debido, más que nada, a la grande influencia que el medio ejerce sobre el individuo; el cambio del medio trae como consecuencia forzosa una variación en las costumbres tan notable a veces que suele con el tiempo convertirse en cambio de carácter. He ahí explicado mi silencio.

Y después de esto, ¿de qué te voy a hablar que pueda siquiera interesarte lo bastante para que borre la impresión de la anterior lata filosófica? Respecto a mis impresiones en el tiempo que pasé fuera de la capital apenas tengo que  decir; no las tengo bien ordenadas, y ya, después de algún tiempo de gestación, saldrán a la luz en forma de rimas que serán encanto de mis buenos amigos y escarnio de las musas.

Y, ¿qué tal te va por esos lares? En primer lugar, ¿qué tal te va económicamente y luego en el aspecto literario? Te asombrará esa forma de preguntar, pero yo me estoy volviendo poeta a la moderna aunque no modernista… Mas, ¿qué es esto? Ahora mismo mi compañero de infortunios, el genial Carrerita, acaba de llegar de abajo y me sube un sobre en el cual veo las palabras «Cuba Cañe Sugar Corporation, etcétera.» ¡Carta tuya! Espera un momento, que voy a abrirla a ver qué dices.

Bueno… Pues realmente son extraños los párrafos breves de tu carta, y ya antes de leerla estaban contestados. Sólo me resta decirte que para mí, que soy un desengañado, hasta cierto punto, la amistad sincera es un sentimiento mucho más noble que el Amor, por puro que éste sea; en el fondo del más sublime de los amores (excluye el amor fraternal, que es extrahumano) hay siempre un sedimento, que a la vez es la base, constituido por el egoísmo y el interés; así, no temas que jamás, mientras siga yo pensando como ahora, pueda no una, sino veinte mujeres, restarme un poco, un átomo de cariño que tenga yo deparado para un amigo, y menos aún si se trata del que es, como tú mismo dices, mi hermano espiritual, por más de un motivo. (Al acabar este párrafo, junto con él se me acabó la respiración.)

En cuanto a las dos joyas que me envías, no tengo apenas nada que decirte: son absolutamente irreprochables.

El dominio que tienes del soneto crece a cada uno que compones, y lo único que siento es no poder mandarte, nunca en pago, pero sí en recompensa a tu atención, los dos más pulidos y hermosos sonetos que pudiera engendrar mi pobre mente en un rapto instantáneo de genialidad; mas, ¿qué se le va a hacer? Nada tengo que enviarte. Sólo podría acompañarte una o dos composiciones de las que ya conoces, llenas de remiendos para que no se le vieran los desgarrones del traje. Sin embargo, para que no me taches de ingrato y mal agradecido, te adjunto un soneto que compuse el mes pasado y el cual no lo he escrito todavía en parte alguna. Va sin remiendos, no sólo roto sino hasta sucio a más de mal trajeado, pero tiene un alma, aunque sencilla, no del todo despreciable.

Y ya basta, por Dios; van cuatro páginas a máquina y aún me quedan fuerzas para seguir diciendo y ensartando boberías sin ton ni son. Aquí pongo punto final y me despido hasta la próxima, que merecerá tal nombre, deseándote un año como lo hayas soñado, y que él sea el guía y el modelo de todos los demás de tu vida.

Aún queda espacio para un abrazo de tu hermano,

RUBÉN MARTÍNEZ.

(Perdona los borrones, tachas, entrelineas, etcétera.)

Vale.

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