Por: Luis Bay Sevilla
En: Diario de La Marina (23 enero 1947)
En el año 1832 existía instalada en la conjunción de la calle de Neptuno con las de San Miguel y Prado la artística fuente monumental que hoy vemos en el Parque Gonzalo de Quesada, en la barriada del Vedado, generalmente conocido por el nombre de Parque Villalón por haberse construido en época en que el ingeniero José Ramón Villalón ocupaba la Secretaría de Obras Públicas durante la presidencia del general Mario G. Menocal.
En los lejanos días del año 1832, la urbanización de La Habana estaba atrasadísima y sus calles principales casi en estado primitivo. El alumbrado público en la parte de extramuros no existía a derechas, a pesar de que este servicio se inició en el año 1762 durante la ocupación de La Habana por las fuerzas inglesas. Era entonces obligación de los vecinos pudientes colocar un farol en las fachadas de sus casas, pero lo eludían muchos de ellos declarándose pobres de solemnidad…
En el año 1776 el Cabildo habanero acordó establecer el alumbrado público con velas de sebo, pero como era mucho el gasto de las velas, decidió en 1800 que lo costearán los propietarios, pero en los recibos por concepto de contribuciones por fincas urbanas seguía leyéndose esta frase: Por alumbrado público… tantos pesos, que había que pagar al hacerse efectivo el impuesto trimestral.
En el año 1832 quedó inaugurado el alumbrado de las calles de Reina y Prado y seis años después se extendió a la parte de extramuros.
El de gas fue establecido por el Ayuntamiento de La Habana en el año 1846.
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El gobernador general de la Isla, don Mariano Ricafort, al comenzar su gobierno, inauguró en la noche del 24 de diciembre de 1832 el alumbrado público en el tramo de la ciudad comprendido entre la estatua de Carlos III en el Paseo de su nombre, hasta la Fuente de Neptuno, es decir, toda la Calzada de la Reina, que entonces se nombraba de San Luis Gonzaga, el Campo de Marte y el Paseo de Isabel II o del Prado, hasta la calle de Neptuno.
En relación con el acto celebrado para festejar la instalación de la Fuente de Neptuno en el lugar mencionado anteriormente, existe una anécdota muy curiosa, de tal comicidad, que el disparate dicho por un señor regidor de la época, motivó que esta Fuente se la conociera en aquellos días por la fuente del tenedorazo.
El hecho lo motivó la enfermedad repentina que aquejó al Alcalde de la ciudad, obligado por razón de su cargo a decir unas palabras alusivas al acto, sustituyéndole el regidor de mi cuento, quien al referirse al tridente que lleva como cetro la figura de Neptuno, no acordándose de su nombre, después de titubear mucho salió del paso diciendo esa gran figura del Dios de las Aguas, que sostiene en las manos un… tenedorazo. El público culto rió el disparate, y a partir de aquel día al regidor protagonista de esta anécdota, no se le conoció en La Habana sino por el pintoresco apodo de tenedorazo.
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La Fuente de Neptuno fue erigida en esta capital en el año 1839, como un homenaje del capitán general don Miguel Tacón al Comercio de La Habana, en un pequeño espigón situado frente al edificio que ocupara la Capitanía del Puerto a la entrada del Muelle de Caballería, frente a la calle de O-Reilly.
Esta Fuente surtía de agua a los barcos que llegaban al puerto de La Habana, ocurriendo el 30 mayo de 1845 que al atracar en el muelle el bergantín de bandera norteamericana “J. B. Huntungton“, una mala maniobra lo lanzó contra el espigón, que sufrió graves desperfectos por el choque de la nave.
En el año 1871 se dispuso el traslado de la Fuente al “parterre” del Parque de Isabel II, situado frente al Café Escauriza o sea en el lugar donde convergen las calles de San Miguel y Neptuno. Esta Fuente en el año 1881 fue trasladada al propio Paseo del Prado, a la esquina de Refugio, donde aún el paseo conserva los trabajos realizados para su emplazamiento, llevándosele años después para el Parque de la Punta, donde estuvo hasta el año 1912, que tuvo que ceder su puesto a la estatua del ilustre educador cubano don José de la Luz y Caballero. Y entonces, asómbrese el lector, se le envió a los Fosos Municipales, en aquellos días estaba situado en lo que es actualmente la Avenida de las Misiones, en un lugar cercano al actual palacete del ingeniero don Dionisio Velasco, y muy cercano también del edificio que ocupaba el Necrocomio de La Habana y el Centro de Vacuna, hasta que el artista don Emilio Heredia gestionó con éxito que fuera colocada en el “Parque Gonzalo de Quesada“, del Vedado, en cuyo proyecto colaboró.
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Los primeros tranvías que existieron en La Habana eran tirados por tres caballos y tenían su estación terminal en la Plaza de San Juan de Dios, frente al edificio que ocupara la antigua Diputación Provincial. En aquellos lejanos días (1880 al 85) los “carritos” en su viaje de subida salían de Empedrado y Aguiar, tomaban por esta calle a la de Chacón, seguían por Colón y doblaban por Prado acera de los nones, junto a los árboles, hasta el Parque Central, continuando su recorrido por Neptuno, Consulado, San Rafael, Galiano y Reina. Los de la línea del Príncipe continuaban por Carlos III hasta el Paradero, y los que iban para el Cerro la Calzada del Monte, al llegar a Belascoaín doblaban por esta calle, tomando los del Cerro la Calzada del Monte y los otros la de Cristina, hasta sus paraderos.
Durante el Gobierno del general Wood o sea de la Primera Intervención norteamericana, se dispuso suspender el tránsito de tranvías por la calle del Prado, continuando entonces las paralelas al llegar a Zulueta por esta calle y tomando después la de Neptuno, para continuar su primitivo recorrido, que se advertirá, era en sentido inverso al que siguen actualmente los tranvías.
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La calle del Prado era a mediados del siglo XIX un lugar preferido para establecer talleres de madera, establos de coches de lujo y boleras de juegos de bolos.
En aquellos días, la parcela limitada por las calles de Neptuno, Prado, Ánimas y Zulueta, estaba ocupada por el taller de maderas “El Monserrate“, del que era propietario don Antonio Barreras, padre del comandante del Ejército Libertador don Alberto Barreras, que fue en la época republicana gobernador provincial de La Habana y más tarde senador por esta provincia el presidente del Senado de la República. El día 1 febrero de 1880 a las diez de la mañana se celebró un acto de carácter popular, para dejar oficialmente abierto el tránsito público, el tramo de la calle Virtudes, de Prado a Zulueta, y entonces, el taller de maderas “El Monserrate“, quedó limitado a la manzana de Zulueta, Prado, Virtudes y Ánimas, en tanto que la otra parcela o sea la que estaba limitada por las calles de Neptuno, Prado, Virtudes y Zulueta, fue dedicada a marmolería exclusivamente, pues en aquella época los talleres de maderas explotaban también el negocio de mármoles.
Pocos años después se inició la fabricación de esta última manzana, instalándose un circo ecuestre en la esquina de Neptuno y Prado, y más tarde se levantó un edificio, donde en el año 1895 quedó instalado el Café Alemán, llamado así por la asidua concurrencia de un grupo numeroso de esta colonia que diariamente y en horas de la tarde, concurría a tomar allí cerveza. Exactamente ocurría lo mismo, pero en horas de la mañana, en “Ambos Mundos“, situado en Mercaderes y Obispo, donde una de sus mesas estaba siempre ocupada por alemanes.
En la esquina de Prado y Virtudes, donde hoy existe el café “El Pueblo“, la Asociación de Dependientes, comenzó las obras de su edificio social, y tras varios incidentes con el Departamento de Fomento, por denuncias recibidas en el sentido de que el contratista de las obras no las ejecutaba bien, quedaron terminadas, disponiendo la Junta Directiva de la Sociedad, inaugurar la nueva casa con un gran baile. Pero he aquí que cuando el salón principal de fiestas estaba totalmente colmado de público, cundió el pánico entre la concurrencia al propalarse la noticia de que los techos estaban crujiendo y desprendiéndose el material que lo integraba. Esto, como es natural, provocó que las familias, presas de pánico, abandonaran apresuradamente el edificio y la fiesta fuese suspendida.
Al siguiente día, un arquitecto del Municipio, después de reconocer minuciosamente el edificio, dispuso el apuntalamiento de varios techos, permaneciendo la casa en este estado durante algunos meses. Días después de reforzadas las columnas de las fachadas y ejecutadas otras obras de igual carácter, se instaló en la planta baja del edificio el café que allí existe todavía.
Atravesando la calle de Virtudes y en la misma esquina donde funcionaba en el año 1889 una bolera de la que era propietario el español don Manuel Valdés levantó un edificio de dos plantas el señor León de León y de la Torre, casado con doña María Rita Lasa y del Río quienes lo ocuparon en compañía de sus hijos, que fueron los siguientes:
Gilda, muerta de fiebre y tifoidea en esta misma casa cuando sólo contaba 15 años de edad; Gloria, casada con don Antonio Alegría; María, casada dos veces, en primeras nupcias con don Joaquín Gelats y al morir éste con el eminente cardiólogo doctor José M. Martínez Cañas; María Luisa, soltera, y León, casado con doña Jane Etcharry y Perrin, perteneciente a una noble familia francesa. La casa de los León es hoy propiedad del “American Club“, donde está instalada esta distinguida sociedad.
Al fondo de esta casa por la calle de Virtudes, fabricó después una gran residencia don Domingo Malpica, padrino de la señora Conchita Huidobro, mujer del famoso literato cubano Aniceto Valdivia, que firmaba sus trabajos con el pseudónimo de “Conde Kostia“.
Continuaremos en la próxima semana ocupándonos de la calle del Prado.