Por: Luis Bay Sevilla
En: Diario de La Marina (14 febrero 1946)
Tuvo su origen la barriada del Cerro en los primeros años del siglo XIX, cuando se inició el tránsito rodado por la Calzada que conduce al pueblo de Marianao y a los pueblos ubicados en la provincia de Pinar del Río.
En aquellos primitivos días, existió al pie de la colina que le da nombre al barrio un edificio que fue construido, según Pezuela, en los comienzos del siglo XVIII, edificio que estaba convenientemente cercado y donde se acopiaban maderas duras que eran utilizadas para la construcción de barcos. No existía entonces ningún vecindario cerca de este depósito de maderas, ni en ningún otro lugar de aquella planicie.
Dos acaudalados propietarios los señores José María Rodríguez y Francisco Betancourt, que poseían allí grandes extensiones de terrenos, atraídos por la belleza del paisaje de aquellos lugares que bañaba la zanja que del río Almendares traía agua para la capital, hicieron construir dos casas que habitaron con sus respectivas familias, decidiéndose ambos a fomentar un reparto residencial. Una de las parcelas fue adquirida por el señor Juan Antonio Cortina, abuelo del famoso literato José Antonio de igual apellido, quien construyó allí su residencia campestre cuya casa y finca vendió en el año 1811 al señor Jorge Ajuria, que estaba casado con la señora María Monar. Esta casa la vemos todavía a la entrada de la Calzada del Cerro casi frente a la de Buenos Aires.
La Esquina de Tejas
En el primer tercio del siglo XIX residía en la Calzada del Cerro, muy cerca de la esquina de Infanta, el señor Felipe Tejas, que era propietario de dos casas contiguas a la del Marqués de San Miguel de Bejucal, quien las compró al señor Tejas, para asegurar la brisa de la casa que acababa de reedificar y embellecer.
En una de esas casas vivió el señor Pedro Sedano con su esposa la señora Antonia Revolta, quienes tuvieron tres hijos, una nombrada Eulalia, que falleció en estado de soltería hace dos años, y dos varones, Pedro Pablo, abogado y concejal del Ayuntamiento habanero, se casó con la señorita Esperanza Revolta, y Carlos, que vive todavía.
En la otra casa estuvo instalado el Cuartel de bomberos del Cerro y en ella vivió el señor Jacinto Serrano, con su esposa la señora María Ramírez, teniendo los siguientes hijos: María, que casó con el señor José Ignacio Larrondo, propietario del ingenio “Constanza“, ubicado en el término de Sagua la Grande. Mercedes, que contrajo matrimonio con el señor Emilio de Céspedes, y Emilia, que casó con el señor “Eddy” Machado.
El señor Felipe Tejas poseía, además, la casa de techo de tejas criollas situada en la esquina de Infanta, frente a la quinta que ocupaba la familia Güell, y por este motivo surgió el nombre Esquina de Tejas, por el que se le conoce todavía.
La Quinta de San Jacinto
En la esquina de Infanta y la Calzada del Cerro, en la acera de los números pares, precisamente donde funciona hoy un espectáculo de cine, existe todavía la antigua quinta de “San Jacinto“, construcción amplia y magnífica que aún conserva, a pesar de sus años y del mal trato de que ha sido objeto, el sello de casa señorial. Esta gran residencia, según dice Samuel Hazard en su libro “Cuba a pluma y lápiz“, fue construida por el conde de Villanueva.
Allí residió durante más de treinta años, la familia del señor Joaquín Güell y Renté, que estaba casado con la señora Serafina Alfonso Poey, quienes tuvieron por hijos a Florinda, Mercedes, Serafina, Paulina, Gonzalo, Joaquín, Pablo y Ricardo, nacidos todos en esta casa.
Florinda, que era la mayor, contrajo matrimonio con el distinguido médico nacido en Matanzas doctor Miguel Andux y Ximeno, teniendo por hijos a Emerenciana, que casó con el señor Francisco Iduate, fallecido hace dos años Margot que permanece soltera, Miguel que contrajo nupcias con la señorita María Teresa Diago y Morán, y Gonzalo, abogado, se casó con la señorita Mercedes Téllez y Alfonso, siendo padres de Mercedes y Gonzalito.
La segunda de las hijas del matrimonio Güell-Alfonso, nombrada Mercedes, contrajo matrimonio con el señor Benigno Diago, y tuvieron los siguientes hijos: Matilde, que casó con el doctor Enrique Saladrigas; Elena, casada con el señor Alberto Arellano; Serafina, casada con el señor Leonardo Cano; Alfredo, casado con la señora Terina Loza; Luis, casado con la señorita Norma Caballero; Andrés, muerto trágicamente electrocutado en el edificio del Vedado Tennis Club, en el año 1921, y Benigno, que permanece soltero.
La tercera de las hijas, Serafina, caso con el señor Gabriel Fernández Coca y sólo tuvieron dos hijas, Serafina, casada con el señor Antillo Fernández Morell, y Ofelia, que casó con el doctor Leonardo Serrano Jorrín.
La cuarta de las hijas, Paulina, casó con el doctor Andrés Weber, y tuvieron como hijos a Andrés, que casó con la señorita Conchita de Cárdenas, y Joaquín y Ofelia, que permanecen solteros.
Gonzalo, el mayor de los varones, casó tres veces. En primeras nupcias, con la señorita Rosa Morales de los Ríos, perdiendo tres hijos: Gonzalo, Serafina y Rosa. Al fallecer Rosa, contrajo de nuevo matrimonio con la señorita Amparo Zúñiga, y muerta ésta, casó en terceras nupcias con la notable pianista señorita Angelina Sicouret.
De los hijos del primer matrimonio, Gonzalo casó con la señorita de nacionalidad norteamericana Gladys Rogers, contrayendo después segundas nupcias con la señorita Francisca Pubill.
Las dos restantes hijas, Serafina y Rosa, permanecen solteras.
Los hermanos Joaquín, Pablo y Ricardo, hijos del matrimonio Guell-Alfonso, fallecieron en estado de soltería
Las hermanas Florinda, Mercedes y Serafina Güell y Alfonso, contrajeron las tres matrimonio en esta casa del Cerro y allí nacieron todos sus hijos.
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El famoso naturalista cubano don Felipe Poey ya enfermo y achacoso, vivió allí siete años junto a sus sobrinas, la hijas del matrimonio Güell-Alfonso Poey, las que se esforzaban por animarlo, tratando que el calor y los cuidados familiares le devolvieran la salud. Allí estuvo don Felipe hasta el año 1891, un año antes de morir, pues al contraer matrimonio su hijo Andrés se lo llevó a su lado.
Por la parte de este edificio que da a la Calzada de la Infanta, existía primitivamente un magnífico jardín, pero, lamentablemente se permitió por su actual propietario que se levantara en ese lugar una burda nave de ladrillos, con techo a dos aguas de papel impermeable donde funciona espectáculo de cine.
Esa casa pertenece en la actualidad a la señora Mercedes González Larrinaga, hermana de don Jacinto, quien reside en España en compañía de sus hijos.
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El señor Joaquín Güell y Renté tenía un hermano nombrado José, que habitualmente residía en Madrid y que en el año 1879 fue designado senador del Reino por la Universidad de La Habana.
Era un hombre extremadamente simpático y de una gran figura, por lo que lograba hacerse estimar de cuantos le trataban. Su unión matrimonial con la infanta Josefa Fernanda, hermana del rey Francisco de Asís, que era marido de Isabel II y padre de Alfonso XII, provocó en la Corte y alta sociedad madrileña variados comentarios, y en el monarca reinante tal irritabilidad, que llegó a ordenar que el nombre de su hermana fuese borrado de la lista de la familia real española.
El suceso que provocó el noviazgo y más tarde la unión matrimonial de estos jóvenes, fue un hecho que tuvo casi el carácter de novela.
“Pepe” Güell era un joven atleta de poco más de seis pies de estatura y de robusta complexión, que estaba cursando en la Universidad Central de Madrid los estudios para obtener el título de doctor en Derecho Civil. Una tarde, en ocasión de encontrarse paseando con varios compañeros por el Paseo de la Castellana, pudo ver que una briosa pareja de caballos, que tiraba de un lujoso coche, se encabritaba y parándose en dos patas emprendía veloz carrera, sin que el cochero pudiera dominarla. Al advertir el joven Güell que el coche lo ocupaban dos damas, cuyas vidas con seguridad peligraban, valiente y temerariamente se lanzó sobre las bestias, y oprimiendo fuertemente por el cuello a una de ellas, logró derribarla y detenerlas.
Una de las ocupantes del coche era la infanta Josefa Fernanda, que paseaba en compañía de una dama de aquella Corte. El joven Güell se acercó a ellas y viéndolas muy nerviosas las ayudó a descender del coche, atendiéndolas cumplidamente. Y en esa primera conversación, la infanta, impresionada seguramente por la figura varonil y el gesto valeroso del joven cubano, sintió por él tan grande amor, que nada pudo después arrancar a ese hombre de su corazón.
La tarde siguiente a este suceso, el rey hizo ir a su palacio al señor Güell, y a presencia de la reina y de la propia infanta Josefa Fernanda, le expresó su gratitud por haberle salvado la vida a su hermana y a la dama acompañante. En los días sucesivos, volvieron los jóvenes a verse en el mismo Paseo de la Castellana, sonriéndole ella con marcada predilección al encontrarse sus miradas. Una tarde, detuvo ella la marcha de su coche para conversar breves momentos con el joven, de quien estaba ya enamorada, iniciándose el noviazgo. Surgió, como era natural, la oposición del rey y de toda su familia, pero la infanta desoyendo ruegos primero y amenazas después, contrajo al fin matrimonio con el joven Güell.
El doctor Güell a mas de excelente abogado, cultivaba con éxito la poesía. Estuvo en La Habana y colocó el 23 enero 1884 la primera piedra para el edificio de la nueva Universidad, que el Gobierno de España pensaba construir en un terreno cercano al actual Palacio Presidencial, donde, entonces se encontraba situado el edificio de los Foros Municipales.
El doctor Güell escribió varios libros interesantes sobre tradiciones americanas y algunos sobre Cuba.
Es suya la famosa tradición de unos feroces criminales españoles, que haciéndose pasar por frailes, vivía modestamente en una casa que estaba situada en lugar cercano al edificio que ocupó el Hotel Miramar, en Prado y San Lázaro, dedicándose por las noches a confeccionar butifarras que hacían con carne humana y que vendían al siguiente día por toda la ciudad, originando este hecho uno de los procesos criminales más sensacionales que se han instruido en Cuba.