En: Acta del Cabildo de La Habana (9 enero 1796)
En este Cavildo se leyó un oficio del Exmo. Señor Gobernador y CapitánGeneral donde manifiesta que el generoso zelo por las glorias dela nación, de que están animados los Gefes que se hallan actualmentea la cabeza de diversos Cuerpos del estado en la Ysla de Santo Domingo
mostrándose atento a la preservación de los restos del cadáver del inmortal Almirante D. Christoval Colón proporciona a esta Ciudad la gloria de poseer dentro de sus muros ese precioso depocito trasladado de aquella Isla en el Navio de Guerra San Lorenzo, para ser colocado en la Santa Yglecia Catedral hasta tanto que su Magestad se sirva disponerlo que tubiere a bien acompañando igualmente una copia de certificacion al Escrivano de Cámara de la Real Audiencia de Santo Domingo, en que se describe el orden con que se exhumaron, y trasladaron en aquella Plaza estos apreciables restos hasta su entrega en la orilla del Mar al señor Comandante General de la Esquadra de operaciones y Teniente General de la Real Armada D. Gabriel de Aristizabal, para que con presencia de todo pueda acordar este Ayuntamiento su concurrencia á tan memorable recepción adoptando de aquel Ceremonial quanto fuere conducente a que se execute con igual Pompa un acto tan lisonjero á este Pueblo en cuyo fúnebre aparato debe manifestarse la respetuosa gratitud de los Españoles a la memoria del intrépido descubridor de un nuevo mundo que añadió al basto Ymperio de la Corona de Castilla.
Acta extendida por el escribano Miguel Méndez (10 enero 1796)
El Exmo. Señor Comandante General dispuso entonces que a mi presencia y de Dn. Joseph Miguel Izquierdo, Escmo. de Guerra de Marina, se abriera el ataúd y obedecido, se vio dentro de él un arca de plomo dorada con su cerradura de hierro, larga y ancha como de media vara y alta como de más de quarta; abierta con una llave que traía, dicho Exmo. Señor Comandante, se inspeccionaron en el fondo unas planchas de aquel mismo metal, largo quasi una tercia; unos pedazos pequeños de huesos como de algún difunto, y porción de tierra que parecía ser de aquel cadáver, de todo lo qual hizo el referido Exmo. Señor Comandante General entrega al Exmo. Señor Gobernador, expresándole que aquellas cenizas eran del incomparable Almirante Dn. Cristóbal Colón, las mismas que remitió auténticamente el Señor Dn. Gabriel de Aristizabal, Teniente General de la Real Armada; aceptados por E.E. se cerró el arca, quedando la llave en su poder, repuesto el ataúd en su primitivo ser, se situó en el primer cuerpo de dicho sepulcro.
Después se procedió al último responso cantado con la mayor magnificencia de música y ministros. En fin, los S.S. Intendente General y Mro. Pral. volvieron a tomar el ataúd y lo condujeron hasta el Presbiterio; al lado del Evangelio, en la pared maestra, frente al costado del altar mayor, estaba dispuesto un nicho de vara y media de largo y más de media de alto en donde respetuosamente quedó depositada el arca y cerrada con una lápida en la que se lee grabada la inscripción sepulcral que vimos al pié del panteón, sirviendo este acto de corona a toda la función.