Observaciones sobre el sitio de la Habana y la Isla de Cuba (1750)

Por: Charles Knowles
En: Observaciones sobre el sitio de la Habana y la Isla de Cuba (1750)

La siguiente descripción de la Habana y de su costa en una o dos leguas hacia el Este, y otras tantas al Oeste, podría resultar útil si alguna vez se juzgase necesario atacar dicha plaza al declarar la guerra a España.

Cerca de una legua a barlovento, del Castillo del Morro, es decir, al Este de la bahía de la Habana, se halla una pequeña ensenada llamada Cojímar, en ella el anclaje es bastante bueno aun cuando sopla el habitual brisote del mar; al centro de esta ensenada se encuentra un fuerte reducto de mampostería, con altas murallas, rodeado de un foso y que defienden ocho o diez cañones; al extremo Este hay otro más pequeño con cinco o seis cañones, que no creo estén dentro del radio de tiro del primero. Próximo al Torreón de Cojímar, corre un riachuelo junto al cual está el sitio más conveniente para el desembarco de un cuerpo de tropas, y en todo el litoral no existe un sitio más a propósito para fondear una escuadra de transportes. Presumo que al torreón Este se le impondrá silencio rápidamente y lo tomarán dos o tres navios de 60 ó 70 cañones después de lo cual las tropas desembarcarán bajo la protección de nuestros propios cañones.

De este lugar arranca un sendero que conduce directamente al Castillo del Morro, hasta el cual va alzándose gradualmente el terreno. A cierta distancia de la costa hay una pequeña arboleda no muy alta y que parece más espesa hacia la izquierda, me han informado que en su orilla existía otro sendero que conduce a lo alto de unas canteras llamadas “de las Cabañas”, estas colinas dominan ciertamente el Morro, la ciudad y naturalmente el puerto todo. Por lo cual es de recomendar que se tome esa posición tan pronto sea posible, pues no existe otro sitio desde el cual la plaza pueda ser atacada con parecidas ventajas. Marchando hacía la Cabaña, no creo puedan ser hostilizadas las tropas desde el Morro, acaso ni siquiera ser vistas desde allí. Entre la colina donde se alza la fortaleza, hay un llano como de 300 yardas en forma de anfiteatro de donde las piedras extraídas a la cantera son llevadas en lanchones o chalanas y atravesando la bahía a la ciudad donde las utilizan en construcciones civiles y militares. De modo que las baterías que se emplazaren en esas alturas no estarían a lo sumo a mas de 400 yardas del Morro y atacarían su costado más débil.

Al pie de la planicie antes mencionada, hay dos baterías construidas para dominar a los barcos que intentasen forzar la entrada del puerto, ambas serán abandonadas inmediatamente que nosotros ocupemos las alturas. La primera se llama la batería de los “Doce Apóstoles”, con doce cañones, la otra la de la “Pastora” con 14 cañones. Según pude «observar cuando estuve allí, pienso que esas colinas tienen la altura del tope del palo mayor de un navio de 20 cañones, siendo la distancia a la Ciudad poco más que la del Castillo del Morro; también hay espacio en lo alto de estas colinas no solamente para emplazar cierto número de baterías, sino, según creo, suficiente para acampar la mayor parte de las tropas requeridas para el ataque sin que fuesen molestadas por la fusilería; aunque sí tal vez lo fuesen por el tiro de los cañones del Morro.

La colina sobre la cual se alza el Morro es peñascosa, y de forma y altura irregular como lo es el propio castillo que se adapta al relieve del terreno formando un triángulo irregular. Una parte de cuyas murallas protege el horizonte, aquellas próximas al mar, un sinnúmero de ángulos salientes con cañones en batería sobre plataformas o terrazas.

Los navios pueden anclar a proximidad de 100 yardas, y, así expuestas, las baterías, ningún hombre puede mantenerse en ellas, siendo muy probable que los cañones sean rápidamente desmontados y sus cureñas destrozadas.

Los cañones por el costado del castillo que mira al puerto están también en baterías sobre terrazas, pero, tan altas sobre los barcos, que, aunque estas se acerquen, no llegarán a alcanzarlos, de manera que el tope de los mástiles sea lo único que pudiese sufrir desperfectos.

El costado Este se le puede defender con bastante facilidad; pero está construido al modo antiguo, sin talud o escarpa. Creo que con una batería de 16 o 18 cañones en las colinas antes mencionadas, y 4 o 5 navios que lo bombardeasen al mismo tiempo, el castillo pronto se rendiría.

Hay en él 98 cañones, la mayor parte de grueso calibre, ignoro el número de morteros. Sospecho que, al ser atacado, el gran número de barracas y muros inútiles que se encuentran al interior harían tanto daño como el tiro del enemigo. Al extremo de la fortaleza, junto a la entrada del puerto, se alza una alta torre que sirve de atalaya y de casa de señales durante el día, de faro durante la noche.

La ciudad es de forma irregular rodeada de una buena muralla con numerosos bastiones, pero las fosas glacis y contra escarpas que la circundan aun no estaban completas (cuando estuve allí en 1750) en la proximidad del puerto, las murallas están coronadas por cañones muchos de los cuales emplazados en plataformas o terrazas. Las murallas son mas bien bajas que altas y no protejen el horizonte. No lejos de la Ciudad hay varias colinas poco alejadas unas de otras lo que debilita un tanto la plaza. Allí hay dos pequeños fuertes a corta distancia de las murallas, casi enfrente al Morro; uno solo tiene bastiones y ninguno paso o parapetos. Entre los dos poseen 36 cañones.

Al centro de la muralla junto al puerto hay otro fuerte cuadrado donde vive el Gobernador sin que por ello sea muy resistente; sin embargo, posee 15 ó 16 cañones. El bastión de la puerta Norte de la muralla es resistente, teniendo 26 cañones dispuestos en troneras; entre este bastión y el fuerte del Gobernador hay dos ángulos salientes con 6 cañones en cada uno, algo más lejos, una batería de otros 12 cañones, llamada de “Los Pescadores”, y, aún mas lejos, otra de 17, estas cuatro baterías guardan la entrada del puerto. Salvo en las puertas, quedan pocos cañones, en los demás bastiones que rodean la Ciudad y el puerto. Las calles están trazadas regularmente, las casas son altas y de muros espesos y bien edificadas, siendo dos millas y media el perímetro de la Ciudad.

El Gobernador me dijo que había 7,000 aptos para empuñar las armas, pero como es natural, supongo que exageraría, y yo prefiero calcular según el número que vi que no puede ser superior a 4 o 5 mil; habría además, 1,600 hombres de tropa regular entre infantería y caballería y creo podrían armarse fácilmente 2 o 3 mil negros y mulatos. Qué fuerza adicional juzgaría enviar España en vísperas de guerra es cosa de considerar si una expedición se decide. Mi parecer es que la Ciudad sería tomada tan pronto como el Morro lo sea, y, por lo tanto, concreto a este objeto primordial el plan de ataque, y, para mejor explicar mis razones, me permito insistir en el hecho de que el Morro domina cada faja efe tierra situada en frente que es la parte más apropiada desde donde atacar la Ciudad. Pero, si dijesen que el ataque podría desarrollarse mas hacia el medio día, yo objetaría que las mismas dificultades u obstáculos existirían si hubiese en el puerto navios de guerra españoles hasta que no fuesen destruidos o desplazados a otra parte de la bahía, de ahí la necesidad de tomar el Morro ante todo; solo entonces las tropas y su impedimenta, podrían ser trasladadas en botes y desembarcadas en toda seguridad en la orilla opuesta bajo la protección de los cañones del castillo los cuales, como he dicho, pueden ayudar al bombardeo de la ciudad.

Durante la última guerra los españoles, colocaron una cadena en la boca del puerto lo que supongo volverán a hacer, así considero como casi imposible para una escuadra el forzar la entrada cortando dicha cadena por favorable que le fuese el viento especialmente si el enemigo tuviese algunos navios de guerra en el puerto, pues podrían atravesar 5 o 6, y cañonear cualquier barco que se acercase doblando así el fuego del Morro y el de la plaza, no pudiendo ninguna escuadra resistirlo. Mientras que siendo tomado el castillo primero, aunque existiesen las cadenas, podrían ser fácilmente cortadas a flote por nuestras tropas desde el lado opuesto a la Ciudad. Lo cual efectuado nuestros barcos estarían en el puerto terminando prontamente el sitio.

 

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