Entrevista al Historiador de la Ciudad a propósito de dedicársele la venidera Feria Internacional del Libro de La Habana
Por Sheyla Delgado Guerra di Silvestrelli
14 de diciembre de 2017
Hay algo muy sutil y muy hondo en volverse a mirar el camino
andado… El camino en donde, sin dejar huella, se dejó la vida
entera.
Dulce María Loynaz
Después de Fidel, quizás uno de los intelectuales más enfocados —en las últimas décadas— por el lente mediático y “buscado” en Cuba por la prensa, sea mi interlocutor de ahora.
Encanta con la palabra, penetra con su inteligencia. Es un sembrador en el corazón adoquinado de una ciudad. Casi siempre se le ve vestido de gris o de oscuro, si se mira por fuera. A quien le mira dentro, le quema el (cont)acto de la luz que le (re)viste el alma.
Es la sexta vez que lo tengo frente a mí y parece la primera. A un hombre como él quisieras hacerle mil y una preguntas, y al mismo tiempo no sabrías por dónde empezar, porque una cosa es escuchar la historia de un tiempo o de una urbe contada por él y otra, bien distinta, es entrar en el mundo y en la historia —contada en primera persona— de Eusebio Leal Spengler.
Usé entonces el pretexto y honores de un gran evento para encontrar las respuestas a la altura de un sexto piso en la Lonja del Comercio, para conocer al hombre que habita epidermis adentro, para llevar su sensibilidad y grandeza al lienzo, el único que tengo: el de las palabras y el sentimiento. Pero, sobre todo, con la avidez de dilucidar el misterio de un escritor que escribe libros para ser escuchados; libros impresos en la memoria, en el oído y hasta en el viento.
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