El Templete de La Habana por Emilio Roig

Por: Emilio Roig de Leuchsenring
En: La Habana de ayer, de hoy y de mañana (1928)

¿Se dijo, realmente, en el sitio donde se levanta el Templete, la primera misa celebrada en la Habana?

No existen documentos ni testimonios fehacientes que así lo comprueben. Todos nuestros historiadores, aun los más antiguos, como Arrate, que escribió su historia de la Habana, Llave del Nuevo Mundo antemural de las Indias Occidentales en 1761, no pueden invocar otro antecedente que la tradición.

Y el propio Arrate, aun en su época, no encuentra prueba alguna que confirme lo que la tradición afirmaba, y al hablar de la erección del Templete tiene que limitarse a decir: “Hay en esta ciudad tres plazas mayores: la de Armas, en que está la Real Fuerza, e Iglesia Matriz, que es la más antigua y tiene la referida denominación porque en ella se han hecho siempre las revistas y ejercicios de la tropa; hasta el año de 1753 se conservaba en ella robusta y frondosa la ceiba en que, según tradición, al tiempo de poblarse la Habana, se celebró bajo su sombra la primera misa y cabildo, noticia que pretendió perpetuar a la posteridad el Mariscal de Campo D. Francisco Gagigal de la Vega, gobernador de esta plaza, que dispuso levantar en el mismo sitio un paredón de piedra que conserve esta memoria“.

Pezuela, en su Diccionario Geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, de 1863, es más explícito en la no comprobación de ese hecho histórico, al afirmar: “Una antigua tradición, que no encontramos justificada en texto alguno, recordaba a la ciudad que la primera misa celebrada sobre sus solares, lo había sido a la sombra de la ceiba secular, que extendía su follaje por el ángulo N. E. de la plaza de Armas”.

En las actas del Cabildo habanero seguramente se encontrarían, de ser cierto el hecho, constancia y recuerdo del mismo, sobre todo el de la celebración del primer cabildo; pero desgraciadamente es imposible acudir a esta prueba, pues sólo se conservan actualmente las actas desde el año 1537, debido a que las anteriores desaparecieron con el incendio y destrucción de la Habana, en el mes de marzo de ese mismo año, por el pirata francés Jacques de Soares.

Aclarado, pues, que no puede comprobarse la celebración de esa primera misa y cabildo, que el Templete rememora, limitémonos a hacer la historia de este monumento histórico.

Nos narra la tradición que al trasladarse definitivamente la Habana al sitio en que hoy se encuentra, el año 1519, se celebraron, al pié de una corpulenta y frondosa ceiba cercana al mar, dos actos trascendentales: una misa y un cabildo; la primera no se conoce oficiada por quién; el segundo, presidido por Don Diego Velázquez de Cuéllar, Teniente Gobernador de la Isla.

Parece que esa ceiba se conservó hasta 1753, en que fué necesario derribarla, por haberse esterilizado. Quiso entonces el Capitán General Don Francisco Cagigal perpetuar el recuerdo de aquella tradición, levantando, como al efecto levantó con la cooperación del cabildo, un pilar de tres caras que ostentaba en lo alto una pequeña imagen de nuestra señora del Pilar, y en su base dos inscripciones, una en latín y la otra en castellano antiguo, que dice así:

“Fundóse la villa (o ciudad) de la Habana el año de 1515 y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo: permaneció hasta el de 1753 que se esterilizó. Y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor D. Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo D. Francisco Cagigal de la Vega, de la orden de Santiago, Gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general el Dr. D. Manuel Felipe de Arango. Año de 1754”

 Con el tiempo se fué desgastando y deteriorando lamentablemente este pequeño y sencillo monumento que, además, casi desaparecía oculto por las casillas y puestos de vendedores que en sus alrededores acostumbraban levantarse, y por el Castillo de la Real Fuerza y otros edificios, como los palacios del Capitán General y del Segundo Cabo que allí se alzaban.

Todo ello impulsó al Capitán General Don Francisco Dionisio Vives y Planes, a restaurar esa columna y levantar, además, otro monumento mayor y que fuese no sólo digno de los hechos que se querían perpetuar sino también de la importancia que había adquirido la ciudad. Al efecto, en 1827, ordenó a su secretario político Don Antonio María de la Torre y Cárdenas, dispusiese todo lo conducente a los planos y obras necesarias, las que quedaron terminadas el 18 de marzo de 1828. Consistieron esas obras, entonces realizadas, en la restauración y embellecimiento de la primitiva columna, colocando el antiguo pilar sobre cuatro gradas circulares de piedra y sustituyendo la imagen de la Virgen del Pilar que la remataba, por otra dorada a fuego de una vara de alto; y la construcción del Templete, propiamente dicho.

Es el Templete un cuadrilátero de 12 varas de frente por 8 y media de fondo y 11 de alto, compuesto de un arquitrabe de seis columnas de capiteles dóricos y zócalos áticos y cuatro pilastras más en los costados, con otros adornos. En el centro del triángulo del tímpano hay una lápida conmemorativa de la inauguración realizada el 19 de mayo de 1828.

El piso es de mármol blanco. En el interior existe un busto en mármol, de Colón y tres lienzos pintados por Vermay, representando fantásticamente, dos de ellos, la primera misa y primer cabildo y el tercero, que se colocó después, reproduciendo la inauguración del Templete, con las personas principales que asistieron a la misma.

El Templete y la columna están rodeados por una verja de hierro terminada en lanzas de bronce y sostenida por 18 pilares de piedra, formando un cuadrilongo regular de 32 por 22 varas.

La ceremonia inaugural del Templete, el día ya indicado, fué solemne y pomposa. Consistió en una misa que dijo el Obispo Espada y a la que asistió el Capitán General y autoridades eclesiásticas, civiles y militares de la ciudad así como personas importantes de la misma. Ante todos ellos pronunció Espada un discurso que Pezuela califica de erudito. Colgaduras, iluminaciones y diversos festejos populares sirvieron para festejar durante tres días la inauguración de este monumento, uno de los pocos que de carácter histórico posee la Habana.

Sólo nos resta ahora, para terminar esta breve reseña del Templete, decir algo sobre la genealogía de las ceibas que han existido en aquel lugar, tomándola de la interesante obra Cuba monumental, estatuaria y epigráfica, de Eugenio Sánchez de Fuentes.

La ceiba prehistórica, bajo la cual, según la tradición, se celebraron la primera misa y cabildo se supone es anterior a 1492, y se secó en 1753, arrancándose y repartiéndose algunos sus pedazos como reliquia.

De 1755 a 1757 se sembraron, en sustitución de aquélla, tres, de las que dos se secaron y una hubo que arrancarla en 1827 porque sus raíces amenazaban el Templete.

En 1828 se sembraron otras tres, traídas por el capitán Andrés de Acosta de una finca llamada María Ayala, hoy reparto Lawton. De esas, dos se secaron y solo una creció lozana, que es la existente hoy, que cuenta 99 años.

En 1873 se sembraron dos, que se secaron a los pocos años.

 

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