Por: Conde San Juan de Jaruco
En: Diario de la Marina (25 enero 1948)
En el año 1827, el rey Fernando VII, en consideración a los numerosos servicios prestados en Cuba por el famoso pintor francés Juan Bautista Vermay de Beaume, le concedió todo el área de terreno comprendido entre las calles de Industria, San Rafael, Consulado y San José, para la edificación de un teatro en La Habana, que recibió poco después el nombre de “Diorama“, debido a que durante su construcción se exhibió en uno de sus salones un diorama que representaba el cementerio del Padre La Chaisse, en París, y en nuestro país, el ingenio Valvanera propiedad del gran intendente habanero conde de Villanueva, más tarde vizconde de Valvanera. Otros afirman que este coliseo recibió el nombre de “Diorama“, porque en sus principios sirvió por espacio de algún tiempo para espectáculos de vistas ópticas.
Aunque de madera, la construcción de este teatro era sólida y de un estilo muy elegante. Sus tres puertas principales miraban al oeste, y fue admirablemente pintado todo por el propio Vermay, su dueño y director que recibió los honores de Pintor de la Real Cámara. Se inauguró el “Diorama” con una gran función en que tomaron parte la Galino, la Gombarino, el violinista don Toribio Segura, don Enrique González, violoncellista afamado, y otros muchos artistas. Más tarde, lo ocupó la compañía del célebre trágico español don Andrés Prieto, acompañado de Garay, Hermosilla, Avecilla, Viñolas, Iglesias, Covarrubias, Juan de Mata, Duclos y las celebradas Rosa Peluffo, María Cañete, Vicenta La Puerta, y otros actores muy conocidos.
Vermay, que era miembro de mérito de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana, secundó notablemente al famoso intendente don Alejandro Ramírez y Blanco, de grato recuerdo en Cuba, no sólo en la creación de la Escuela de Pintura y Dibujo de San Alejandro, de la cual fue su director por espacio de diez y ocho años, sino en el establecimiento de varias escuelas dominicales que permitió en su “Diorama“, el cual puso siempre a disposición con gran entusiasmo y generosidad, al fausto y engrandecimiento de las Bellas Artes.
Además de gran pintor, Vermay, era arquitecto, escritor, músico y poeta. Llegó a escribir versos castellanos bellísimos, y tradujo con Tárraga el “Hernani” de Víctor Hugo, que quedó inédito. Desde su fallecimiento ocurrido el 30 de marzo de 1833, empezaron a ocupar el “Diorama” algunas compañías de versos de las ambulantes que solían visitar a Cuba en aquella época, hasta que por los años 1842 y 43, fue destinado este teatro para cuartel de serenos con alojamiento para el comandante del Cuerpo, y su pequeña oficina, y el de los comandantes de las brigadas de los mismos, sirviendo también de depósito de sus luces, vestuario e instrumentos, medida que se adoptó a causa de que el teatro de “Villanueva“, fabricado por ese tiempo, había dejado al “Diorama” sin concurrencia.
El terrible huracán que azotó a La Habana el 10 de octubre de 1846, ocasionó grandes desperfectos al ex teatro “Diorama” (también destruyó al “Principal” situado en la Alameda de Paula), que fue derribado por orden del Gobierno, a pesar de hallarse no todo en mal estado, tanto que su desbarate importó más a sus dueños, que lo que tal vez les hubiese costado su reparación, y en los terrenos que ocupaba, se levantaron en pocos años varios edificios destinados a toda clase de establecimientos, entre ellos, el conocido restaurante “El Palacio de Cristal“, en cuyos altos se encontraba el alegre teatro “Cervantes“.
En uno de los cuadros que Vermay pintó en La Habana para el “Templete“, se ven cien retratos de las personas más ilustres de aquella época, entre ellas, el obispo Espada, el capitán general Vives, el marqués de Prado-Ameno, los condes de Fernandina, San Esteban de Cañongo, O’Reilly y los señores de Arango y Parreño, O’Farrill, O’Gavan, Montalvo, de la Torre y Cárdenas; el Ayuntamiento en pleno y el mismo Vermay con lápiz en la mano haciendo el croquis de la procesión dando la espalda al espectador, y a don Ramón de la Sagra, distinguido periodista catalán y director del Jardín Botánico, que no fue nunca su buen amigo. A la izquierda de este cuadro aparece un grupo de señoras entre las que se distinguen las de O’Farrill, Montalvo, Cárdenas y Madame Vermay.
El 13 de julio de 1888, el periódico la “Iberia” publicó sobre Vermay lo siguiente: “Sus discípulos le costearon el entierro y sepulcro, sobre cuya losa de blanco mármol y entre el cuadro de baranda de hierro que los cercan, grabó el cincel estos versos del inspirado Heredia, alumno y amigo del gran artista francés:
Vermay reposa aquí. Solo lumbre pura del entusiasmo iluminó su frente; un alma tuvo cándida y ardiente, de artista al corazón y la ternura.
Era pintor; sembrado en nuestro suelo dejó su arte el germen poderoso y en todo pecho blando y generoso, amor profundo, turbación y duelo.
Debemos recordar, que, a la muerte del conocido pintor italiano José Perovani, fue recomendado Vermay por Goya al obispo Espada, para que este notable francés, condecorado por Napoleón I y discípulo del famoso Luis David, concluyera las obras comenzadas por Perovani. Entonces Vermay fue encargado en La Habana de la pintura de la Catedral y de las iglesias del Santo Cristo y de Nuestra Señora de Guadalupe, habiendo colocado en esta última su famoso cuadro “El Pasmo de Sicilia“, copia de Rafael, y también “La Guadalupe” y “San Juan Bautista“. Fue también autor de los conocidos lienzos que aparecen en el “Templete“, y de otros muy notables cuadros, entre ellos, la “Virgen del Pez“.