Por: Francisco González del Valle
En: La Habana en 1841
Grande era el abandono en que el gobierno colonial tenía a la instrucción pública, al punto de que si la Sociedad Patriótica no se hubiera hecho cargo de este ramo tan importante para el adelanto de un país, aún más atrasados habrían quedado los cubanos al retirarse la Metrópoli. Deficiente o incompleto cuando se hace en pro de la enseñanza, por las limitaciones que imponía el régimen social y económico de entonces, puede decirse que no existía hace un siglo la instrucción pública y que hoy sólo existe a medias: consúltense las estadísticas.
Los conquistadores no vienen a civilizar, y los colonizadores que les siguen, carentes de toda cultura e instrucción, no podían dar lo que ellos no tenían; así está la Isla durante más de dos siglos, porque aunque la Universidad se funda en el primer tercio del siglo XVIII, como sus estatutos son iguales a los del siglo XVI, sus enseñanzas tienen dos siglos de atraso. Hasta finalizar el XVIII, no empieza la Colonia con don Luis de las Casas a tener conciencia de lo que era y los cubanos a darse cuenta de cuál era la misión que como pueblo les correspondía en el concierto del mundo civilizado, y muy particularmente en América.
Pues, aunque era enorme en aquella época la dedicación de los cubanos a distracciones más o menos lícitas o ilícitas fomentada, con fines políticos, por el Gobierno colonial, no todos los cubanos pensaban sólo en diversiones y juegos, porque de lo contrario la sociedad de aquella época hubiera desaparecido por su corrupción. Ya hemos visto, al hablar de la Sociedad Patriótica, cómo había un grupo en todas las ciudades de la Isla que aspiraba a mejorar a sus paisanos instruyéndolos y elevando su moral, como lo hicieron para mantener la supervivencia de la sociedad cubana. De estos grupos partió la iniciativa y el sostenimiento de escuelas de carácter gratuito para los pobres; el establecimiento de sociedades de instrucción y recreo, donde se agrupaban los jóvenes de aquella época para dar conciertos, representaciones teatrales por ellos ejecutadas, oír lecciones de distintas materias, y fundar un gimnasio que desde 1839 funcionaba, haciendo propaganda para que esta clase de establecimientos se extendiese en beneficio de la juventud; lo que en algo consiguieron al lograr que en algunos colegios se creasen esta clase de ejercicios, con profesores salidos del primitivo gimnasio; como también las tertulias literarias creadas por Domingo del Monte, que hace un siglo se daban en Habana 62 casi esquina a Muralla, y en Amargura, última cuadra a la derecha, para el Cristo, en una casa de balcón: los dos lugares en que vivió aquél.
En lo que se refiere a la instrucción gratuita y pública es bueno recordar, teniendo en cuenta el estado social que existía y la preocupación respecto a los esclavos y a la clase de color, que aquélla no favorecía a los de esta clase o condición. Manuel Costales, en el artículo que escribió en el Pasco Pintoresco por la Isla de Cuba el año de 1841, se lamentaba del estado de la educación, si se atendía al corto número de los que alcanzaban sus beneficios, echando mano de la estadística escolar de 1836, y explicaba que, a pesar del celo de la Sección de Educación de la Sociedad Patriótica, asistían entre varones y hembras, blancos, a las escuelas 74,100, y de color libres 25,499. Costeados por sí iban de los primeros 4,812 y de los segundos 513; por caridad de los maestros, 1,035 de los primeros, y 99 de los segundos; por la Sociedad Patriótica, blancos de uno y otro sexo 540; por imposiciones y suscripciones, de los primeros 2,055 y de color 28.
Respecto a la población escolar blanca se educaba el 45.98%, y en cuanto al número total de niños era de 8.78% el que la recibía. De suerte que, como decía Costales, de los 99,599 de edad escolar, sólo recibían instrucción 9,082, de los cuales eran blancos 8,442 y de color 640 y quedaban sin ella un total de 90,517. Recibía instrucción según estas cifras el 9%, y no la recibía el 91%. Los niños atendidos en su instrucción por la Sociedad Patriótica la recibían en las escuelas instituidas por ésta, que eran 33 para niños y 31 para niñas.
A esto debe agregarse que la población en 1841 ascendía a 1.007,624 habitantes, de los cuales eran de color 589,333 (libres 152,838 y esclavos 436,495) y blancos 418,291; de manera que aquéllos representaban el 60% y éstos el 40% de la población total. Muchos más debían haber sido los esclavos que aparecieran en el censo, si no fuera por las ocultaciones hechas ante el temor de tener que pagar contribución por cada nueva cabeza de esclavo declarada, como así lo dice el historiador español Jacobo de la Pezuela. Por tanto, el número de la población de color era, en realidad, muy superior al que indican las fechas oficiales. Esto quiere decir que es mucho más crítico y lamentable el estado de la educación en el año acabado de citar, comparado con el del 36 a que se refiere Costales. Había colegios muy adelantados, con los mejores sistemas de enseñanza y un cuerpo de profesores como los mejores de las naciones más civilizadas de entonces; pero la instrucción estaba restringida a un pequeño número, que es el que salva la cultura de Cuba y mantiene la antorcha para entregarla a la próxima generación que a su vez reclama en Yara, conscientemente, con las armas en la mano, la libertad e independencia de Cuba.