Por: Conde San Juan de Jaruco
En: Diario de la Marina (24 noviembre 1946)
El almirante de galeones don Juan Bitrián de Viamonte, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, tenía en la Corte por el año 1633 al procurador Simón Fernández de Leytón, exponiendo a la Corona distintos asuntos de interés para esta Isla, entre ellos la construcción del Torreón de la Chorrera, con el objeto de establecer allí piquetes que vigilasen y se opusiesen a que los buques enemigos se surtiesen de aguas potables en el río Almendares.
Después de una inspección que realizaron el marqués de Cadereyta y don Carlos de Ibarra, general y almirante de la Real Armada, dispuso la Corona el 9 de octubre de 1634, que se llevará a cabo en La Habana, entre otras obras de fortificación que se acordaron, la construcción del Torreón de la Chorrera. Poco después, el capitán general Francisco de Riaño y Gamboa, sucesor de Bitrián de Viamonte en el gobierno de esta Isla, ordenó al general Antonio de Oquendo y a varios militares veteranos e ingenieros que a la sazón se encontraban en esta capital, a que levantaran los planos para llevar a cabo la edificación del referido torreón.
El 15 de septiembre de 1639, llegó a Cuba para tomar posesión de su gobierno, el maestre de campo don Alvaro de Luna y Sarmiento, hermano del conde de Salvatierra, el cual previendo un posible ataque a La Habana por los holandeses, en combinación con los portugueses, comisionó al notable ingeniero Juan Bautista Antonelli, para que con la mayor rapidez realizara en esta plaza distintas obras de fortificación, entre ellas, la construcción del torreón de la Chorrera. Valiéndose Antonelli de uno planos que 1641 había expuesto a la Corona, el general Luis Fernández de Córdoba, emprendió la edificación del referido fuerte o torreón.
El mencionado capitán general Luna y Sarmiento, comunicó a la Corte en el mes de mayo de 1643, ya estará terminado en la Chorrera, a la desembocadura del río Almendares, el fuerte que denominó “Santa Dorotea”, y al cual dotó con once piezas de artillería. El edificio tenía ochenta pies cuadrados por cuarenta de altura, y en vez de escaleras, les fueron construídos unos puentes levadizos. Se le hicieron aljibes, almacenes y barracas, teniendo capacidad, como dijo Antonelli, para alojar a cincuenta hombres. Su primer alcaide fue don Pedro Salgado, siendo sustituído en 1647, por don Antonio Hurtado del Clavo.
Varios de los alcaldes del torreon de la Chorrera, son ascendientes de ilustres familias cubanas, entre ellos, don Antonio Hurtado del Clavo, que era cuñado de don José Armenteros y Guzmán y López de Avilés, alcalde de la Santa Hermandad, y don Antonio Montaña y Guzmán de Armenteros, que fue gobernador del referido fuerte y más tarde teniente del castillo de la Punta y el cual dejó por hija a:
Doña María Teresa Montaña y Fernández de Ocanto, que casó con don Simón Maroto y Ruiz Guillén y los cuatro tuvieron entre otros hijos: a doña Manuela Maroto y Montaña, que casó con el licenciado Antonio Ponce de León y Ortiz, natural de Madrid, teniente coronel de los Reales Ejércitos, escribano de Guerra y Marina de la plaza de La Habana, dando origen más tarde a los marqueses de Aguas Claras y condes de Casa Ponce de León y Maroto.
Los valientes habaneros don Antonio Fernández Trebejo y Zaldívar y don Luis José de Aguiar y Pérez de la Mota, coroneles del Ejército y miembros de las mas destacadas familias del país, se distinguieron notablemente defendiendo el torreón de la Chorrera, cuando la guerra con Inglaterra, en que fue destruído este baluarte por el invasor, cayendo prisionero Fernández Trebejo el 30 de julio de 1762, al desembarcar los ingleses por este lugar para bombardear La Habana. La toma de este torreón señala en la Historia, el segundo desembarco que realizaron los ingleses en esta ciudad, los cuales hicieron su asiento en San Antonio (lugar donde hoy se encuentra el cementerio), “poniéndose buen cuidado por los dos extremos de mar y tierra: arrimaron a esta playa de la Chorrera dos bombardas con que empezaron a bombardear la ciudad, al mismo tiempo que en la Cabaña plantificaron varios morteros, dirigiendo sus bombardas al castillo de los Tres Reyes o el Morro”. Su compañero Aguiar, también hizo prodigios de valor defendiendo el referido torreón, resistiendo el ataque de los buques y oponiéndose al desembarco del enemigo, hasta que se le ordenó abandonarlo, para que no corriera la misma suerte que su valiente compañero Fernández Trebejo. Entonces se replegó Aguiar hacia San Lázaro, de vatio valerosamente al inglés, y viendo el daño que estos ocasionaban desde la batería que habían improvisado en Taganana (altura donde hoy se encuentra el hotel Nacional), los acometió con quinientos milicianos y ciento cincuenta esclavos, de los cuales, ciento cuatro supervivientes fueron declarados libres por su heroico comportamiento. Aguiar desalojó poco después al enemigo de la altura en que se habían hecho fuertes, pasando más tarde al sitio denominado el Horcón (por donde está el actual mercado), y allí, con igual valor, contuvo el progreso de los asaltantes desembarcados por Cojímar. Rehusó asistir a la reunión de los jefes que se convocaron para tratar de la capitulación de esta plaza, y luego que se entregó ésta, se negó a reconocer al vencedor.
El mencionado don Luis José de Aguiar y Pérez de la Mota, coronel de infantería de los Reales Ejércitos, era además coronel de milicias y regidor fiel ejecutor del ayuntamiento de La Habana. Por sus heroicos hechos realizados durante la guerra con Inglaterra, el gobierno español le hizo varias mercedes y en su honor, a una de las principales calles de esta ciudad, se le puso su nombre.
Más tarde, el torreón de la Chorrera, fue totalmente reconstruido, en forma de rectángulo abaluartado, cuyos lados exteriores son de veinte y seis varas el mayor y de veinte el menor, estando a catorce de altura sobre el nivel del mar. Consta de dos pisos y tiene alojamiento para veinte y ocho hombres.
Las familias de Aguiar y de Fernández Trebejo, proceden de Madrid y se establecieron en La Habana a principios del siglo XVII, dando origen a una numerosa y distinguida descendencia, que ha brillado durante varias generaciones en el clero, en el ejército y en la administración del país.
El citado don Antonio Fernández Trebejo y Zaldívar, coronel de infantería de Ingenieros, jefe de la plaza de La Habana, fue además insigne matemático, autor de un plan notable de fortificación para esta Isla y trazó los planos del edificio de la Intendencia (donde hoy se encuentra instalado el Tribunal Supremo de justicia de la República), del primer teatro habanero y de otros edificios públicos. El capitán general conde de Ricla, le encomendó la reconstrucción del Morro, después de haber sido destrozado por los ingleses en 1762.