Mensaje del escritor cubano Julio M. Llanes para los niños en el Día Internacional del Libro Infantil, leído por el investigador, periodista y editor Enrique Pérez Díaz el 31 de marzo de 2017 en el Jardín Ecológico (calle Mercaderes, Habana Vieja) durante el homenaje por el 212 aniversario del natalicio de Hans Christian Andersen.
MENSAJE CON PAPALOTE
El 2 de abril de 1805 nació un niño en Dinamarca al que se le llamó Hans Christian Andersen. Con el tiempo fue un escritor tan famoso que se convirtió en príncipe de los cuentistas y rey de los sueños de los niños del mundo. Su palacio no fue construido con grandes piedras cuadradas, sino de muchos cuentos y sueños. En el portón de entrada vigilaba El soldadito de plomo, en las altas torres cantaba El ruiseñor y por el mar que rodeaba el castillo nadaba La sirenita. Con ese ejército salido de su imaginación conquistó para siempre el mundo de los niños.
Cuando los escritores quieren hablar con los niños les hacen un cuento o escriben un libro. Cuando los niños quieren conversar con su príncipe o con cualquier otro escritor, abren las páginas del libro y mientras leen se ponen la mano en el corazón.
Este mensaje que ustedes leerán se los envía un escritor cubano en nombre de sus colegas porque desea conversar con niños como ustedes para felicitarlos en el cumpleaños de Andersen que se tomó como Día Internacional del Libro Infantil.
Un mensaje suele tener muchas formas: puede viajar en una carta, en un correo, ser una paloma que vuela o un papalote que sube a lo alto del cielo. Cuando yo era niño y aún hoy, me gusta empinar papalotes. Recuerdo que a veces aparecían otros que venían de lejos y tenían cuchillitas de afeitar amarradas en las colas para cortar los hilos con que manejábamos los nuestros y que estos se fueran a bolina, es decir que se cayeran y se perdieran. Esos papalotes en vez de mostrar sus alegres colores y desafiar al viento, volaban con envidia y rencor, querían ser dueños del aire y del cielo.
El vuelo de los papalotes se parece mucho a la vida: con ellos viaja también la alegría y la tristeza. Pienso que cada niño debe tener su papalote para celebrar la alegría y no tenerle miedo a la tristeza. José Martí decía que los niños nacen para ser felices, así como ustedes que tienen escuelas, lápices y libretas y buenos maestros; pero cuando un niño no tiene escuela ni maestros que le enseñen no puede ser feliz. Cuando un niño mira hacia el cielo y en vez de papalotes ve volar aviones que lanzan bombas sobre su casa y su pueblo no puede ser feliz. Cuando se muere de hambre, tampoco puede ser feliz. Y eso sucede todavía en muchas partes del mundo.
Leer es crecer, y también lo dijo José Martí. Leamos libros, aprendamos a conocer el mundo, los países, la naturaleza, aprendamos también a conocernos más nosotros mismos. Mi mensaje es corto y no tengo mucho tiempo, por eso les voy a contar una anécdota y poner una tarea: en la Feria Internacional del Libro de este año, celebrada en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña en La Habana, los niños que asistieron llenaron un día el cielo de papalotes con mensajes. Como la mayoría de ustedes no pudo estar, pero saben navegar en Internet, busquen las fotos y averigüen qué decían esos mensajes voladores, pero no solo digan me gusta o no me gusta, como otros hacen, escriban en una libreta su opinión.
Los invito a ustedes y, también a los niños de cualquier parte del mundo, a leer mucho, a querer más a sus escuelas, a respetar sus maestros, a sus padres y amigos. Los invito a querer a la ciudad donde nacieron, a los héroes de la Patria, es decir a amar a su país y a la humanidad. Un niño que aprenda a querer a sus semejantes, que conozca, ame la historia y las cosas de la tierra donde nació, es un niño bueno y será un mejor hombre.
Los invito: escriban sus sueños en grandes papalotes de colores; pero recuerden: nunca le pongan cuchillas en las colas y traten siempre de que los papalotes de la alegría vuelen más alto que los de la tristeza. Cuando un niño sonríe, el mundo se conmueve. Un niño debe enojarse con las cosas feas que pasan en cualquier lugar del mundo, pero nunca debe perder la sonrisa que es la luz de la esperanza.
Invito a cada uno de ustedes a soltar el hilo de sus papalotes para que vuelen lejos y bien alto, para que crucen el cielo y lleguen hasta el último rincón del mundo. Compartan siempre su pan y su alegría y también el dolor con cualquier niño que necesite o sufra. No lo olviden: solo se es verdaderamente feliz cuando se piensa en los demás tanto o más que en uno mismo.