Por: Francisco González del Valle
En: La Habana en 1841
Es acreedora la famosa bailarina austríaca a que se diga de ella algo más de lo que podía consignarse en una breve nota, pues su vuelta a esta Capital, el año 41, es el acontecimiento teatral más importante del referido año. La Elssler, que había sido admirada por el público de París, lo es igualmente por el de La Habana, donde conquista aplausos generales y es objeto de múltiples distinciones, agasajos y de presentes valiosos.
El 14 de enero llega a esta ciudad procedente de Charleston, después de haber vuelto el juicio a los adustos norteamericanos, según dice el folletinista del Diario de la Habana, quien recordando cuando la vio en París en 1838, dice: por ocho días estuvo todo París en conmoción para conseguir asiento, y yo sólo pude obtener, dando una buena regalía, uno frente al cuarto piso. Personas que debían saberlo me aseguraron que este beneficio había producido a Fanny Elsser, 5,300 pesos.
Esta segunda vez viene a La Habana de paso para continuar a Nueva Orleans, comprometiéndose a dar solamente ocho funciones en unión de la compañía dramática española que actuaba en el Gran Teatro de Tacón. El precio del abono para las ocho funciones era el siguiente: palco de lo y 2o pisos, 136 pesos; 3er. piso, 112 pesos; lunetas con ocho entradas, 112 pesos; sillones de tertulia con ocho entradas, 9 pesos, y cazuela, 6 pesos; por cada función había que pagar 12 pesos por los palcos de lo y 2o pisos; 10 pesos por los del 3er. piso; la luneta, 1 peso; sillones de tertulia, 6 reales; entrada general para palcos y lunetas, 2 pesos. Las funciones empezaban a las 7 de la noche.
El propio folletinista del Diario de enero 31, vuelve a hablar de la Elssler de este modo: “Se presentó el sábado 23 y el 25 repitió la función“, y recuerda luego que en La Habana se han visto algunas bailarinas de mérito, y cita a la Pautret, la Aguila y los esposos Roberts, pero agregando que sus bailes no pueden llegar ni con mucho al de Fanny Elssler, porque el de ésta no es solamente de agilidad y gracia, sino de acción, de mímica, es un lenguaje divino que se trasmite con más facilidad y energía que el de la música y el de la pintura: “el baile de la Elssler está en el número de las bellas artes, de las artes de imitación que tanto debe estudiar el que se dedica a cualquiera de ellas“.
Mientras está aquí la bailarina, no dejan de hablar de ella los periódicos. En el del 4 de febrero se escribe que la Elssler nació en Viena, que su primera salida al teatro la hizo a los cinco años de edad, mencionando luego sus bailes más celebrados: la Farándula, el Diablo Cojuelo, la Natalia, la Cachucha, que es muy celebrada en París y no menos lo ha sido en La Habana. Su octava función, última del contrato, la da el 9 de febrero con la Natalia, Gran Pas de Deux, Pas de Deux Tirolés y la Smolenska, baile ruso.
Fuera de abono da dos funciones extraordinarias: una a beneficio de Mr. Sylvain, de la Academia Real de París, que venía como maestro y director de baile, el 7 de febrero, bailando la Elssler la Natalia y su grande y brillante Pas de Deux con el beneficiado, y el jueves 11 de febrero, día de su beneficio baila la Sílfide, el Gran Pas de Deux y el ]aleo de Jerez. Al terminarse esta función en que se despide del público habanero, relata el cronista que le produjo 7,600 pesos, otros dicen 10,000, ó sean 380,000 francos, y al salir del teatro fué conducida a su casa en carretela por el Marqués de Peñalver, seguida por música y gran concurso “que hubiera sido mayor de no estar lloviendo”. Fué obsequiada por el Marqués de Peñalver con un suntuoso ambigú. Tuvo muchos regalos y muchos admiradores, y no faltaron entre éstos quienes le dedicaran poesías, tanto en español como en francés. Es litografiado su retrato, representándola en actitud de bailar la Cachucha, y como ocurría entonces con todos los grandes acontecimientos, uno de los comediógrafos habaneros de esa época, Lucas Arcadio de Ugarte, escribe la pieza titulada Fanny Elssler y los Raveles, y el músico Ulpiano Estrada compone el vals de la Smolenska.
La popularidad de la Elssler llegó hasta los dominios de lo gastronómico, pues en D. H., 20 de febrero, p. 3, se anuncia que el puesto de Las Dos Banderas, situado junto al Teatro Tacón, y abierto en las noches de carnaval, vendía pastelitos sílfides y butifarras de La tarántula, “ambas comidas de príncipes y reyes, de personas de buen gusto“.