Por: Francisco González del Valle
En: La Habana en 1841
Hace un siglo y mucho más que existía en Cuba esta clase de oficio, como pudiera llamársele, porque no eran profesionales los que a estas prácticas se dedicaban. Las ejercían, tanto aquí como en otras partes, los barberos, cuyo oficio es tan antiguo, que se dice que los egipcios ya andaban rasurados y con el pelo cortado, como puede verse en los monumentos de aquellos tiempos primitivos.
¿Por qué estaba anexa o correspondía a los barberos esta clase de trabajo, que si no era técnico o profesional, necesitaba, sin embargo, de cierto aprendizaje y hasta de obtener aquí la autorización de la Real Junta de Medicina y Cirugía? Ha faltado tiempo para investigarlo. En España los Reyes Católicos, en defensa de la humanidad, dictaminaban que no pudiera ningún barbero hacer operaciones como la de sangrar, poner sanguijuelas, poner ventosas y extraer muelas, sin previo examen por los barberos mayores y con la correspondiente licencia. Parece que en alguna época era lucrativo el oficio puesto que lo ejercen los llamados cirujanos latinos, hasta que el rey Carlos III se los prohíbe en 1787, dejando a salvo los derechos de los que estuviesen ya en posesión del oficio. Entablóse entre cirujanos y barberos un largo pleito, pretendiendo los primeros como cosa privativa suya la facultad de abrir tiendas de barbería, lo que les fué denegado. En el año 1860 se quiso dar por terminado que los barberos ejercieran otros oficios o artes que no fueran los propios de la barba y el pelo, dejando a los que tuvieran títulos de cirujano para hacer las otras operaciones de cirugía menor, cuales eran la de sangrar (sajar o aplicar sanguijuelas), poner ventosas, extraer muelas y dientes.
A pesar de lo prescrito en la Real Orden del 1o de octubre del año acabado de citar, aquí en Cuba y seguramente en España también, continuaron los barberos ejerciendo los trabajos de cirugía menor, que los médicos cirujanos no consideraban propios y dignos de su profesión. ¿Será éste el motivo de que la cirugía menor estuviera en manos de los barberos y no de los médicos y cirujanos? Aquí en Cuba, vemos que en los primeros tiempos de la colonización, el Cabildo habanero de 1o de julio de 1552 toma razón de un título de barbero y cirujano, autorizándolo para “que mientras estuviese aquí nadie pudiese ejercer su profesión so pena de dos pesos en oro para Gómez“, que era la persona favorecida por el citado Cabildo.
Debe advertirse que aun muchísimo después, lo mismo en la Universidad de La Habana que en otras muchas de España y de los demás países de América descubiertos y colonizados por aquélla, la profesión de médico o de cirujano y los títulos que en ellas se adquirían, no eran todos de igual categoría ni concedían idénticas facultades. Los títulos eran los siguientes: 19) médicos cirujanos, los que podían ejercer por las leyes todos los ramos de la ciencia y arte de curar; 29) médicos, limitado su ejercicio a la asistencia de las enfermedades internas; 39) cirujanos latinos, para asistir las enfermedades puramente externas y los casos mixtos en que éstas fuesen producto o causa de las internas; 49) cirujanos romancistas, limitados por las leyes a la asistencia de las enfermedades puramente externas, y a las internas en ocasiones muy urgentes, pero avisando en seguida a un profesional de las tres clases antes mencionadas. Como se ve, había profesores que salían de la Escuela de Medicina de La Habana —que estaba en la Real y Pontificia Universidad del máximo doctor San Gerónimo en el convento de San Juan de Letrán—, sin suficientes conocimientos: éstos eran los cirujanos romancistas y los latinos; a los últimos les bastaba tener certificación de haber cursado latinidad y de haber asistido a las lecciones quedaban de cirugía teórica y práctica en el hospital de San Juan de Dios los padres juaninos. Esto dura aquí en La Habana hasta 1833; aunque mucho tiempo después todavía quedaban muchos de estas dos últimas clases: 96 de los segundos y 62 de los primeros. Lo acabado de manifestar explica el pleito que sostuvieron en España los cirujanos latinos con los barberos, ya que los primeros no parece que tenían mayor instrucción que los barberos; mas como la profesión de médico iba cada vez adelantando más y por el propio decoro de la misma, debe haberse fallado el pleito en favor de los citados cirujanos.
En esta Capital existían en 1841, los barberos como auxiliares de los médicos y estaban facultados para practicar las operaciones que han quedado mencionadas, con tal de que obtuvieran autorización de la Real Junta de Medicina y Cirugía. El asunto mereció interés por parte de los médicos, ya que eran sus auxiliares, y se escribieron manuales de flebotomianos en que se les daban todas las instrucciones de orden práctico y ciertos conocimientos teóricos. Hasta 1846 no se publicó el primer manual de esta clase, por el doctor Ambrosio González del Valle y Cañizo, del que se publican cinco ediciones, la última en 1877. Los barberos flebotomianos estuvieron actuando, en esta Capital por lo menos, hasta el año 1890, y todavía hoy quedan algunos de los que en su tiempo ejercieron de flebotomianos; sin embargo las barberías continúan usando el azul, rojo y blanco como emblema de la flebotomía. Dichos colores representan la sangre venosa, la arterial y la venda con que se cubría la parte operada por el sangrador.
En 1841 existían 63 flebotomianos en La Habana, capacitados como maestros para ejercer su oficio. Entre ellos vamos a citar, por aparecer anunciados en los periódicos de entonces, a:
Encarnación Valencia, flebotomiano aprobado por la Real Junta de Medicina y Cirugía, ofrece al público aplicar las sanguijuelas por el precio de 12 reales docena en San Lázaro, entrando por la puerta de la Punta, 2a cuadra, barbería que hace esquina. Arturo Salazar, sangrador, examinado por la Real Junta de Medicina y Cirugía, 2 pesos yendo a aplicar las sanguijuelas y a 8 y 12 reales la docena, Plaza del Vapor No 6, junto al Cuerpo de Guardia. Ramón Calonge y Domedel, flebotomiano examinado por la Real Junta de Medicina y Cirugía, a 8 y 12 reales docena de sanguijuelas, 2 pesos yéndolas a poner. Calzada de San Luis Gonzaga, entrando por el Campo de Marte, bajo la casa mortuoria del Sr. Obispo Espada y Landa. [Esta casa ocupaba el lugar donde se está construyendo actualmente el edificio de Sears, Roebruck & Co].