Palabras de Maggie Fernández Romero en el homenaje por el 211 aniversario del natalicio de Hans Christian Andersen
2 de abril de 2016
Jardín Ecológico (calle Mercaderes, Habana Vieja)
“Carta abierta a Hans Christian Andersen”
Querido amigo:
Desde mi infancia me sumergí en la magia de tus maravillosos cuentos. Entonces supe que existía un mundo lleno de fantasías y a la vez, una puerta de evasión para las tantas penas que no debiera sufrir niño alguno en la tierra. Al pasar los años conocí pasajes de tu vida, signada por la miseria, la orfandad, la soledad y la tristeza. La Ley de Compensación te dio el talento para la literatura como una puerta de escape para tu infortunio. Te aferraste a ella y sobre tu corcel de ensueño recorriste el mundo.
Hoy, yo, con más edad de la que tú tenías cuando partiste definitivamente, subo a la grupa de tu pegaso, en un viejo afán de seguir tus huellas aromadas por los siglos. No te extrañe, sabes bien que la imaginación es la madre de la fantasía y puede abrir las puertas del tiempo y crear milagros. Recorro en la distancia la estela que dejaron tus plantas. Ya te diviso en Roma. Me sorprende verte ante el viejo Coliseo romano, donde tantas vidas quedaron truncadas bajo las fauces de los leones, en un alarde imperial de poder, crueldad, lujuria y desprecio. La pena por tanta infamia se refleja en tu rostro, espejo de tu alma sensible. Luego estás ante el Palacio del Vaticano, magna obra arquitectónica, tu mirada se alza hasta su grandiosa cúpula y ves los vitrales que embellecen sus naves laterales, donde la luz rompe en una armonía de colores. Esa visión te embelesa. Da tanta paz a tu espíritu.
No me es fácil seguir tus andanzas, pues tan pronto apareces en Alemania en la contemplación, casi éxtasis, ante una obra de Alberto Durero, famoso pintor del medioevo, como más tarde te descubro en París, con la vista perdida en las aguas del Sena que al pasar bajo sus puentes, van dejando impregnadas en tus ropas y tu olfato ese olor peculiar y agridulce que arrastra en su lecho.
Tu silueta se dibuja en Grecia, cuna de héroes y leyendas. Estás ante la Torre de los Vientos, asombrado de su buen estado de conservación, a pesar de haberse construido antes de nuestra era. Al rato frente al árbol que Plutón elegía para sentarse a leer. Ese olivo tiene más de 3000 años y todavía da frutos. Te resulta increíble, pero sabes que es verdad. Reverencias con unción este legado y no haces más que inclinarte ante tanta grandeza.
Desapareces. Al fin te encuentro en Suiza. Tu mirada azul prendida en sus cumbres nevadas, mientras el aire gélido traspasa tus ropas y te estremece.
Recuerdas que allí se convocó a todas las naciones del mundo para que se organizaran en grupos y prestaran auxilio a los necesitados en caso de emergencia. Allí la primera Cruz Roja y en honor de ese país, la sociedad tomó como símbolo la cruz roja que aparece en la bandera suiza.
Inglaterra sabe de tu paso. Allí de pie, contemplas la Torre de Londres y la Abadía de Westmisther. Más, jamás te he visto tan impresionado como ahora que te hallo en Granada, España. Frente a La Alhambra, arquitectura hispano-islámica, una de las más originales y mejor caracterizadas, por el fondo romano, godo y bizantino que le sirvió de base. Estás profundamente impactado por el extenso conjunto de palacios y torres, rodeada por grandes alamedas y vistosos jardines. Erigida entre el siglo XIII y XIV por el Sultán Mohamed. Hay un momento, parado en el Patio de los Leones, frente a su fuente que entrecierras los ojos como queriendo atrapar tanta magnificencia. Cuando vuelves a abrirlos, una media sonrisa florece en ellos.
Pierdo tu rastro. Fuiste a todas partes y de todos los lugares volviste con la alforja cargada de sueños. De estas vivencias tuyas nacieron tus fabulosos cuentos para el disfrute de todos los niños. Con ese fin han sido traducidos a más de 80 idiomas.
Te confieso que me siento un poco mareada de tantas idas y venidas persiguiendo tus andanzas. Por hoy me rindo y hago un alto en esta migración del espíritu. Prometo, en otro momento, volver sobre tus pasos.
Tu jurada y devota admiradora,
Maggie Fernández Romero
Escritora (UNEAC)
Quiero terminar esta presentación con una poesía dedicada a ti, jugando con algunos títulos de tus cuentos más famosos y algunas licencias.
A Andersen
“La pequeña cerillera”
Anunciaba tu venida
Cuando “El ruiseñor” trinaba
Un canto hermoso de vida.
“Tamborcito Tacuarí”
Prodigaba sus honores,
Te daba la bienvenida
Con redoble de tambores.
“El soldadito de plomo”
Esbelto en su gallardía
Saludaba alegremente
En un himno de alegría.
“La sirenita”, sentada
Sobre una roca bravía,
Ni en sueños se imaginaba
Vivir en tu travesía.
Se miraba “El patito feo”
En tus sábanas de espejo
Y le pareció tan igual
Que descubrió su reflejo.
Y así siguieron tus cuentos
Cabalgando en la agonía,
Que no hay escritor alguno
Que te iguale en la porfía.