Yo tuve un campanario monumental, en cuyas
campanas di la música de mis anhelos nobles;
aleccioné mis bronces en risas de aleluyas,
ángelus melancólicos y lágrimas de dobles.
Después la irremediable necesidad del toque
forzó el pregón metálico de mis impulsos bajos;
y de mi torre a vuelo, con el continuo choque,
saltaron las cansadas lenguas de mis badajos.
y hoy sufro de mis versos volteando en el silencio
campanas mutiladas; no más que yo presencio
la danza de mis bronces en ímpetu insensato;
y oigo —bajo mis sienes— inexorable y rudo
clamar, en un glorioso vértigo de rebato
¡el toque inverosímil del campanario mudo!
Rubén Martínez Villena
La pupila insomne (1922)