Texto de: Marietta Guillama
Todos los años, los bibliotecarios, archiveros y gestores de información cubanos organizan alrededor del 7 de junio, una jornada de celebración en saludo al nacimiento del reconocido bibliógrafo Antonio Bachiller y Morales. Esta conmemoración se convierte en una de las mejores oportunidades para promocionar la utilidad de la lectura y de las instituciones bibliotecarias en la vida cotidiana y exponer los resultados de las investigaciones realizadas por los profesionales de esta ciencia.
Las iniciativas suelen ser tan diversas como los sectores vinculados a este quehacer. Pueden transitar desde una sencilla felicitación a través de un correo electrónico en una empresa, hasta la solemne ceremonia realizada en la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí” para la entrega de reconocimientos a profesionales de todo el país, entre los que sin duda sobresalieron los homenajeados Yolanda Aimerich y Tomás Fernández, por cincuenta años de labor y compromiso con esta institución.
Sin embargo, esta jornada adquirió renovados matices en las calles de la vieja Habana. El reconocimiento a trabajadores destacados, le disputó la lluvia a los bibliotecarios que regalaron libros a los transeúntes y el caprichoso aguacero le robó el acto al recorrido por el libro en el Prado.
Entre los mejores momentos de la celebración estuvo el III Coloquio Bibliotecario del Centro Histórico de La Habana, realizado en la Biblioteca Pública Provincial “Rubén Martínez Villena” en sesión única el día 6 de junio. Allí se expusieron trabajos relacionados con la digitalización de los índices de publicaciones seriadas de la Biblioteca Histórica de la Oficina del Historiador; el diagnóstico del estado de conservación del fondo antiguo, raro y valioso del siglo XIX de la biblioteca pública provincial; el estudio bibliométrico de los suplementos publicados por el periódico Ahora (1933-1935); entre otros. Sin embargo los mayores debates partieron de la presentación de los valores patrimoniales de la colección factícia de Emilio Roig de Leuchsering y de la necesidad de la evaluación del impacto de las políticas públicas de conservación y difusión del patrimonio documental. Ambos trabajos ilustraron, desde perspectivas diferentes, la necesidad del estudio, identificación y conservación del patrimonio documental con un enfoque integral.
Un interés especial despertaron los detalles de los proyectos DIALFA (Divulgación del Arte y Literatura Fantástica) y 29 años del Premio de Literatura Infantil de la UNEAC “La Rosa Blanca”. El primero narró el esfuerzo dirigido a estimular la creación artística y la lectura en el público adolescente, joven y adulto, a través de la realización de conferencias, conversatorios, charlas y presentaciones de libros y filmes que tiene como eje central la ciencia ficción. El segundo se refirió a la compilación del premio de la crítica de la Sección de Literatura Infantil de la UNEAC a los mejores libros de autores e ilustradores cubanos publicados en Cuba o en el mundo y culminó con una invitación a visitar la exposición permanente de los premiados.
Se dice que todo principio tiene un final y donde están los bibliotecarios siempre hay un libro. Esta vez los muros se extendieron hasta la Quinta de los Molinos para la presentación de “Buenas prácticas: comunicar e informar”. Una obra que empleando un lenguaje sencillo aborda temas de una trilogía necesaria: la comunicación, la investigación y los recursos de información, que ante todo recuerda que el conocimiento debe compartirse para el bien de todos.
Este año la lluvia insistente acompañó la creatividad de estos profesionales y con el roció humedeció sombrillas, días y flores.